¿En que consiste la verdad objetiva?

Comenzaré diciendo que bajo mi punto de vista nuestra visión de la realidad está condicionada por dos grandes influencias.

Nuestra interpretación sobre las realidades visibles e invisibles.

¿Cual es nuestra realidad visible?

Tendremos que partir de la base de que somos los protagonistas de nuestra propia realidad. Por tanto tendemos a dar mayor importancia y veracidad a aquello que hayamos visto nosotros mismos, aunque hayamos tenido una visión incompleta o sesgada del hecho, que a aquello que otros nos cuenten que han visto.

Sin embargo, para diseñar esa realidad visible, disponemos de un cerebro que da prioridad a lo útil sobre lo objetivo.

Además la realidad visible nos engaña continuamente, pues si nos guiamos por la mera observación visual, el sol gira alrededor de la tierra. Un lápiz se dobla al entrar en un vaso de agua y se vuelve a arreglar mágicamente al salir.

Un ejemplo no menos apasionante, lo protagoniza el cielo que podemos observar cada noche. Un cielo que probablemente nunca fue como lo vemos, y por supuesto no lo es ahora ni lo será nunca. Es fácil llegar a esta conclusión si nos paramos a pensar en las distancias siderales. Pues si una estrella que está a 100.000 años luz se ha apagado, nosotros no lo notaremos en los próximos 100.000 años, y si otra ha nacido a 20.000 años luz, tardaremos ese tiempo en poder darle la bienvenida. Así que en el dibujo de nuestro cielo, hay estrellas que no vemos y vemos estrellas que murieron hace miles de años.

Por otro lado, aunque nuestro cerebro no pretendiera engañarnos, tampoco dispone de datos para mostrarnos una realidad muy completa, pues las herramientas de las que dispone resultan altamente deficientes.

Para poner un ejemplo que resulte esclarecedor podemos comparar nuestra herramienta (los ojos), con la de algún otro ser vivo.

El órgano visual del que nos dotó la naturaleza para poder observar la realidad, se reduce a dos ojos. Ambos dirigidos a una sola dirección, con posibilidad de enfocar de una vez sólo a un nivel (cerca, medio o lejos) y con solo 3 tipos de conos, que nos muestran una variedad cromática descompuesta a partir de tres colores primarios.

La compararemos con el órgano visual de un animal como el camarón mantis, que dispone de dos ojos independientes, situados cada uno sobre una antena direccionable. Cada ojo además está dividido en tres partes para poder enfocar a tres niveles a la vez (cerca, media distancia y lejos). Además hay que añadir que sus ojos disponen de 12 tipos de conos para mostrar una amplia variedad cromática, en la que estarían incluidos el infrarojo, el ultravioleta, así como un amplio abanico de matices intermedios, invisible por completo a nuestros ojos.

Podemos suponer entonces que nuestra realidad indudablemente debe parecerse muy poco a la suya.

¿Cual de ellas habríamos de tener por más real?

¿Y la realidad invisible?

Aquí estaríamos refiriéndonos a aquella realidad regida por la Ley de resonancia.

Todo lo que es, es energía y esta se siente atraída por el mismo tipo de energía o la energía que vibre en su misma frecuencia.

Para explicar esto observaremos el comportamiento de la resonancia en los instrumentos musicales.

Si colocamos en una sala veinte violines, y afinamos los violines en distintas frecuencias o notas en grupos de cinco. Cuando luego tomemos un violín de alguno de los grupos y lo toquemos, los violines pertenecientes al mismo grupo comenzarán a vibrar, pero no los demás. Así sucederá con cada uno de los violines, que arrastrará en la vibración a los que resuenen en la misma nota.

Para finalizar tenemos que pensar que conocer, lo que se dice conocer, conocemos algo de la realidad de nuestra familia y nuestros vecinos, e incluso seguramente hasta esta información puede resultar bastante incompleta y sesgada.

No podemos olvidar, que dos personas que son testigos a la vez del mismo acontecimiento pueden relatarnos historias muy distintas dependiendo de lo que exista a priori dentro de su mente. Imaginen por ejemplo un militar jubilado y un hippie relatando un desfile militar. Seguramente tendríamos la sensación de que han estado en lugares distintos. Eso se debe a que cada persona construye la realidad que le rodea a partir de sus propias creencias, retendrá cada detalle que confirme su punto de vista y desechará aquello que: o no entienda o simplemente su cerebro considere inútil o incómodo.

Si a eso añadimos que de lo que ocurre fuera de nuestro entorno creemos saber algo por lo que nos cuentan medios de comunicación, sujetos a intereses y que pueden mentirnos, ocultarnos información o contarnos noticias de forma sesgada. Y que demás nosotros completaremos dicha información según lo que a nuestro cerebro, diseñado para hacer justamente eso, le resulte más cómodo, estaremos completando un puzzle de muy difícil solución.

A estas alturas, y si somos capaces de objetivizar nuestras opiniones, supongo que estaremos preguntándonos que es la realidad y si nosotros somos capaces de comprenderla. Y desde luego muchos de vosotros, al menos aquellos que podáis sincronizar vuestra realidad con la mía, os estaréis planteando que es cuestión arriesgada esa de afirmar que se conoce la verdad, pues pareciera que existen tantas verdades como mentes intentando descifrarla.

A partir de ahora, voy a dar una vuelta más de tuerca y me voy a meter de cabeza en el terreno de la elucubración más arriesgada. Consciente, no obstante, de que en este tema, todo lo es en cierto modo.

Recuerdo un viaje a Egipto, justo en el momentoen el que nos disponíamos a tomar el autobús que nos llevaría hasta el Monasterio de Santa Catalina, para desde ese punto disponernos a escalar el Sinaí. El Doctor Jiménez del Oso que nos acompañaba en aquel viaje a Egipto, aquel día decidió, según sus propias palabras, que tal vez si se reencarnaba en camello se decidiría a subir aquella montaña, pero que ese día desde luego no lo haría. Medio en broma medio en serio nos comentaba “Cuando subo a sitios así, aparecen luces y artefactos raros”.

Saco a colación esta anécdota para plantear algo, que me consta que muchos investigadores de las más diversas teorías, disciplinas o ciencias ya han observado, pero que no se si alguno ha logrado averiguar el motivo de esta más que curiosa circunstancia.

Entre los investigadores del misterio y lo heterodoxo es bien conocido el hecho de que en demasiadas ocasiones, los fenómenos parecen ir unidos a determinados individuos.

Me refiero al hecho de que en presencia de determinados individuos, se dan fenómenos de tipo paranormal que parecen no reproducirse cuando este no está. La inclusión de registros de voces inexplicadas, las llamadas psicofonías, también son fenómenos que parecen darse con una mucha mayor frecuencia a determinados individuos.

En relación a esto, se ha especulado mucho con la posibilidad de que la mente del observador, de algún modo, sea la causante del fenómeno o al menos influya en el mismo.

Asimismo tampoco podemos olvidar que estos mismos fenómenos suelen ser esquivos a la observación de mentes escépticas.

Esto se puede despachar rápidamente con un “el testigo miente o inventa”, pero la gran casuística y el gran número de personas convencidas de la veracidad del fenómeno, aconsejan un poco de cautela a la hora de despachar el fenómeno por la vía rápida.

Leí en un estudio sobre el desarrollo de la teoría M, algo que me pareció muy interesante. Intentaré explicarlo someramente: Venía a decir que el microscopio de efecto túnel, por el que recibieron el Nóbel de Física los científicos Gerd Binning y Heinrich Rohrer, y gracias al cual se pueden manipular átomos de forma individual, es posible gracias al principio de incertidumbre. Esto se debe a que el microscopio en cuestión consiste en una sonda, que a semejanza de una aguja de fonógrafo que explora un disco, pero con una punta tan aguda que consiste en un solo átomo, va pasando lentamente sobre el material a analizar. Una pequeña carga eléctrica se coloca en la sonda y una corriente fluye desde la sonda, a través del material, hasta la superficie que hay debajo. Cuando la sonda pasa sobre un átomo individual la cantidad de corriente varía y las variaciones son registradas. Sin embargo los electrones normalmente no tienen energía suficiente para pasar de la sonda, a través de la sustancia a la superficie subyacente; y es aquí donde entra el principio de incertidumbre, pues gracias a él, parece que hay una pequeña probabilidad de que los electrones en la corriente tuneleen o penetren en la barrera, incluso si esto está prohibido por la teoría newtoniana. Así la corriente que fluye a través de la sonda es sensible a minúsculos efectos cuánticos en el material. (“La física de lo imposible” de Michio Kaku, pags. 45 y 46).

Tal vez la comparación pueda parecer terriblemente simplista, pero a modo de ejemplo creo que puede servir. A ver, a mi lo anterior me suena a “el hombre no puede andar sobre el agua, pero debido a que existe una pequeña probabilidad, a veces puede suceder, incluso si esto está prohibido por las leyes de la física.

Pero yo me pregunto, ¿si sucede es que es posible? ¿o no es así?.

¿Y si el motivo de que algo no sea posible es justamente que el observador así lo cree?

¿Y si tuviésemos que buscar la respuesta a todas estas preguntas de nuevo en la confluencia de la realidad visible con la invisible, en lugar de en su divergencia?

Somos energía y nuestra mente es energía, hasta ahí podemos estar de acuerdo.

Pero, ¿quién es el observador?

Pues dado que somos energía y observamos, ¿podemos influir en la realidad visible del mismo modo que parece que sucede en la invisible?

¿Dónde está la diferencia entre ambas realidades?

¿Y si lo que ocurre realmente no es que la observación colapsa la función de onda y determina la posición?

¿Y si lo que ocurre es que existen todas las posibilidades en multitud de universos superpuestos? Como diversas hojas de papel cebolla que al mirarlas todas juntas nos mostrase una figura formada por la totalidad de las opciones.

¿Y si lo que estuviésemos haciendo al observar es decidirnos por uno de ellos? Como si cogiéramos una de las hojas y las separásemos del montón. Ahora nuestra realidad se habría delimitado a la fracción impresa en esa hoja. El resto existe, pero nuestra consciencia ha decidido experimentar una y por tanto el resto nos permanece oculto, ya no forma parte de nuestra realidad y no podemos observarlo.

Entonces lo que nosotros creemos posible o imposible, influiría directamente en la realidad que experimentamos. Y aunque todas las demás opciones existan en distintos universos, algunas las podríamos experimentar en posteriores ocasiones. Sin embargo aquellas que no entran en nuestra concepción de lo posible, simplemente no podríamos medirlas nunca, pues nuestra conciencia no las escogería jamás.

Todo esto, obviamente entra en el terreno de la más pura especulación.

Pero ¿sería esto compatible con todas las circunstancias que se han planteado anteriormente?

De este modo sería más que posible la convivencia de realidades tan heterogéneas y encontradas entre si.

Y si damos una vuelta más de tuerca y pensamos que nuestros sentimientos actúan sobre la vibración de nuestra energía, convirtiéndonos en una especie de imán. De tal forma que ejerciéramos una atracción sobre aquellas circunstancias que ocupasen nuestra mente. Como si, usando el símil anterior, la hoja en la que está dibujada dicha opción, fuese el polo contrario del imán.

Por eso se ha dicho, de una u otra forma, en multitud de creencias y opciones filosóficas: el universo no comprende la negación, si piensas “no quiero enfermar”, él traducirá “enfermar”.

Simplemente estaríamos dibujando una imagen mental y esta sería la de la enfermedad.

— Decía Teresa de Calcuta “no me invitéis a una marcha en contra de la guerra, no iré”, “invítenme ustedes a una marcha por la paz”.

Llegados a este punto, y entendiendo que no existe una realidad objetiva, sino más bien distintas respuestas a cada una de nuestras posibles realidades internas.

¿No resultaría mejor opción entonces, creer una versión optimista de la misma, e ir modelando nuestra realidad en base a ella, que poner velas al falso Dios de la objetividad, como consuelo para una realidad cimentada en el fatalismo?

¿Hasta aquí me has seguido?

¿Pues que tal si damos otra vuelta?

¿Y si son nuestras actuales observación y comprensión las que hacen posible un universo donde la vida sea viable?

¿Y si fueras infinidad de universos y realidades y nosotros estuviésemos eligiendo?

 

¿Cómo elegimos nuestra realidad?

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