¿Está escrito el futuro? ¿Estamos predestinados?

Hola de nuevo a todos. Hoy quiero acercarme hasta estos peldaños para reflexionar sobre un reciente descubrimiento, al menos para mí, (aunque constituya un conocimiento sabido para muchos hace tiempo) y, a colación del mismo, sobre una pregunta ¿está escrito el futuro?

El descubrimiento al que me refiero trata de una palabra, un término acuñado hace mucho por el filósofo griego Platón y que hoy ha venido a definir una sensación conocida, sentida y percibida por mí hace mucho, pero a la que, sin embargo, aún no había podido bautizar. La palabra a la que me refiero es ANAMNESIS, y define el reconocimiento instintivo de la verdad o recuerdo, (en el contexto de saber como un recordar).

Como os decía, este es un concepto percibido por mí hace mucho y en muchas ocasiones pero al que aún no había sido capaz de nombrar, lo que indica, entre otras cosas, que aún me queda mucho por leer y descubrir.

El descubrimiento de este concepto como algo percibido, estudiado y leído por otros hace tanto, y al que yo, sin siquiera intuir ese hecho, había dedicado tantos ratos de reflexión, me ha empujado a intentar ordenar mis ideas al tiempo que plasmar de algún modo en estas líneas el objeto de tales reflexiones.

Como os decía, siempre, desde que recuerdo o soy consciente, he tenido la sensación de que no aprendía las cosas sino que las recordaba. O, más exactamente, que un texto, libro o película despertaban en mí recuerdos largo tiempo dormidos. Este, además, ha sido el principio subyacente en el trasfondo de mis dos libros y de casi todas mis reflexiones. No la palabra en sí, sino el resultado efectivo de esos “recuerdos”, que siempre van acompañados de una especial emoción, algo, una impronta que le confiere un significado especial.

Percibir la comprensión de las realidades que me rodean de ese modo tan «peculiar» me ha llevado, en innumerables ocasiones a hacerme un sinfín de preguntas. De hecho hay una frase, incluida en «El rescate de Tamait o una historia inacabada» que provocó la llamada de atención de una amiga, creyendo que se trataba de un error de transcripción, y que lo define con bastante claridad «tal vez sean recuerdos del futuro».

Y es que esa sensación de estar echando mano de un recuerdo, cada vez que una palabra, una escena dentro de una película o una información me ayudan a comprender algo, siempre me ha conducido a preguntarme si se trata de recuerdos de cosas experimentadas o aprendidas en el pasado, tal vez en otras vidas. O quizás, y teniendo en cuenta la ley de la relatividad y el tiempo como algo ligado al espacio, se trataría de la anticipación de ese tránsito aún no alcanzado. Ciertamente, en una realidad donde debemos pensar en el futuro como un tramo de la realidad aún no transitado más que como un tramo aún no existente, podríamos hablar literalmente «recuerdos del futuro».

Y es que, en mi opinión, el asunto no es baladí, e inexorablemente lleva aparejadas muchas preguntas que pudieran resultar de bastante trascendencia, al tiempo que liga directamente con esa otra pregunta tan polémica y debatida por tantos: ¿Está escrito el futuro o somos poseedores de libre albedrío para crearlo con nuestras decisiones?

Tendréis que convenir conmigo en que, si intentamos dar respuesta a esa pregunta contando con el concepto de espacio-tiempo que dibuja la ley de la relatividad, tendríamos que hacerlo sobre la base de imaginar el tiempo como una carretera por la que transitamos, y en la que cada suceso presente equivale a un mojón kilométrico que encontramos en este momento, siendo una realidad, sin embargo, que los indicadores de los kilómetros ya superados no han desaparecido de la carretera y que los que indican los kilómetros aún no recorridos ya están colocados en su lugar. Por tanto el futuro existe ya, al igual que el pasado no ha desaparecido sino que solo ha sido superado por nuestra experiencia. ¿Indica esto, por tanto, que, ya que los sucesos del futuro existen, el futuro efectivamente está escrito?, porque ¿cómo podríamos decidir sobre algo que ya existe? Lo cierto es que, siendo fiel a la lógica deducción de lo anterior, y si no contáramos con ningún elemento más de reflexión, así deberíamos estimarlo.

Sin embargo, existe otro elemento del que sería conveniente echar mano y que podría venir a proporcionarnos otro elemento para la reflexión. Me refiero a los universos paralelos.

Cuando se plantea el problema de la existencia de estos universos, dónde se estaría desdoblando la realidad, para crear pequeñas o grandes variaciones de la misma, no podemos evitar vislumbrar una imagen en la que estos universos semejaran planetas o galaxias que se alejarían unas de otras a semejanza de como sabemos que se comporta nuestro propio universo. Pero, ¿qué sentido tendría una realidad así? Quiero decir que ¿qué sentido tendría que estuviésemos experimentando la realidad de uno de esos universos y que el resto contuviese realidades de nuestra propia existencia que nos resultaran ajenas por completo?

No es pequeño el dilema, hay que admitirlo. Sin embargo hay algo que me hizo reflexionar hace tiempo sobre otra posibilidad. Siempre hay un hecho, una información o una noticia que dispara el proceso, al menos a mí me sucede así, y en este caso fue al escuchar un programa donde se hablaba de los avances en el terreno de la teleportación. Me llamó mucho la atención cuando aclararon que no se estaba hablando, ni al caso se avanzaba en modo alguno, en el terreno de la teletransportación, al parecer las barreras físicas para conseguir transportar un cuerpo a otro lugar de esta forma resultan infranqueables. Aclaraba el científico protagonista de aquél programa, que lo que sí parecía estar en un estado muy avanzado, como medio para poder superar grandes distancias, era el desarrollo de la teleportación.

Al parecer, y díganme ustedes si el tema no es como para darle vueltas a la cabeza, la teleportación consiste en transportar la información del cuerpo objeto de dicho desplazamiento para constituir o construir (que en este caso vendría a significar lo mismo) ese cuerpo en el lugar de destino, pero usando átomos existentes en la nueva localización. En definitiva, que en la teleportación en realidad no estaríamos trasladando ni un solo átomo de los que componen el cuerpo original, estaríamos transportando la información que hace que ese cuerpo y, al caso, esa mente y esa personalidad, sean lo que son, pero estaríamos construyendo un nuevo cuerpo en destino y destruyendo el que quedó en origen. Lo que significa, sin lugar a dudas, que lo que realmente somos no está ligado a ninguno de esos átomos, sino que lo que constituye nuestro ser es más bien la información que los ordena.

 

Esto nos lleva directamente a concluir que nuestra esencia es cuántica, pues esta es la naturaleza de la información a la que nos referimos. Sin embargo, el principio de entrelazamiento cuántico nos demuestra que modificando una partícula en el presente modificamos, no solo su futuro, sino también su pasado.

Dicho esto y uniéndolo a todo lo anterior (tengo la mala costumbre de no hacer compartimentos estancos con la información de la que dispongo), llegué a la conclusión de que en la respuesta a este dilema podría estar la solución al tan traído y llevado enigma de si el destino está o no escrito.

¿Que cómo?, pues en realidad es fácil. Si contamos con los universos paralelos, tendríamos que decir que no es que exista el futuro, más bien existen los futuros; pues en cada mojón kilométrico correspondiente al mismo trayecto de distintos universos paralelos, existirían las distintas versiones posibles de ese futuro. Si además contamos con que lo que en realidad somos es la información que ordena nuestros átomos, y que parece no estar sujeta a las limitaciones espaciotemporales, podríamos estar saltando de conexión y eligiendo continuamente el futuro que vamos a experimentar. Además, con ello, estaríamos modificando también nuestro pasado, pues indudablemente cada universo cuenta con su propio pasado del mismo modo que con su propio futuro .

El lío está en que no solemos percibir esta realidad y por tanto no tenemos ni idea de cómo elegir el futuro a experimentar de forma consciente. Tal vez merezca la pena dedicar tiempo y esfuerzo a averiguarlo.

Dicen que un día le preguntaron a Platón: Maestro ¿qué sabías al nacer? a lo que el filósofo contestó «al nacer lo sabía todo, pero lo he ido olvidando».

Quizás somos conscientes de todo esto al nacer, cuando en nuestra consciencia no interfieren las barreras de la preocupación por el futuro ni la rememoración del pasado. Tal vez son esas barreras las que nos aíslan y alejan de la verdadera vida. Quizás es por ese motivo por el que debiéramos volver a ser niños para poder entender.

¿Tú qué crees?

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