Kintsugi
Empapé la sangre del suelo con una toalla y me senté al borde de la cama.
La habitación olia a navaja recién afilada.
Yo ensarté mi vieja aguja de zapatero, con el hilo de oro que Aiko había usado para bordar mi kimono de gala, y comencé a unir sus retazos.
- ¿Dónde habitas?
- Y soñé despertar