A mi primo José Antonio, de quien siempre aprendo algo

Jamás he usado esta ventana para hacer este tipo de reflexión tan personal. Sin embargo hoy he pensado que tal vez ha llegado el momento de hacerlo, así que hoy me acerco a esta escalera para hablar a un ser especial, a mi primo José Antonio, de quien siempre aprendo algo.

Porque ayer estuvimos de nuevo en Málaga pasando un rato juntos y, como habitualmente ocurre, me traje muchas cosas en las que pensar y muchos momentos que atesorar.

Te tocó en suerte subir una escalera complicada en esta vida, y sin embargo, siempre tienes algo que enseñarme.

“Querido primo, has tenido que lidiar con una vida especialmente dura, lo sé. No solo por las circunstancias que tocaban, pues al nacer te encontraste con que los peldaños de tu escalera eran más empinados de lo habitual, sino porque a tu alrededor se dieron circunstancias que, injustamente y sin que pudieras evitarlo, convirtieron la superficie de esos peldaños en algo resbaladizo e inestable.

Perdiste a tu madre y aunque resultaba difícil para ti, lo superaste. Pero desde que se fue tu padre, hará pronto un año, te sentimos triste. Tal vez seas más consciente que nunca de la terrible soledad que en ocasiones invade nuestro deambular por este desierto infinito.

Sin embargo cada vez que te veo aprendo de ti. Porque en ti veo a alguien que no se parapeta tras ningún burladero para culpar a los demás de las circunstancias que vive, aunque en tu caso, más que en ningún otro, eso pueda resultar absolutamente cierto. Cuando te pregunto ¿cómo te has portado? tú me contestas «regular, prima, regular, pero voy a portarme bien», después, en un intento por demostrarme que tus intenciones son sinceras, cuando tienes que tomarte los medicamentos prescritos por los facultativos, te metes las pastillas en la boca, las tragas y luego te acercas abriendo mucho la boca, para que no me quepa duda alguna de que te has tomado todas tus pastillas.

Siempre intentas hacer tratos, aunque seas consciente de que no es posible llevarlos a cabo. Resulta entrañable cuando usas las manos a modo de pantalla, para llamar nuestra atención y que guardemos silencio para escuchar tu propuesta, y luego dices: «un trato, un trato…. noooo, ya sé que no puede ser. Pero si puede ser, si puede ser…” para, a continuación plantear la fantástica idea que se te acaba de ocurrir “…podría irme un día, con un monitor, haciendo autoestop para Mairena y luego me vuelvo por la noche…»

Tú quieres curarte, porque tu mayor ilusión es encontrarte bien para poder venir a tu pueblo, a Mairena, al que adoras por encima de cualquier cosa.

Me encanta tu risa picarona cuando descubres que puedes sorprendernos con alguna broma, como aquella vez que me dijiste «prima, yo hago magia, puedo levantar el vaso de la mesa sin tocarlo», y cuando, sorprendida, te animé «¿ah, sí?, venga hazlo» tú me contestaste «cógelo», para a continuación reírte con ganas.

Valoras cada regalo, cada detalle. Me asombra como percibes las cosas, la fiesta que haces cuando te llevamos un libro, porque te encanta leer, o como abres mucho los ojos y festejas un cartel de Semana Santa, o la forma en la que abres, con ceremonia, aspirando el aroma de cada trozo de papel que retiras, cuando te entregamos un paquete de Ducados, porque para ti eso es «pata negra».

Jamás te cansas de contarnos que tu primo es muy fuerte, porque nunca olvidarás que, hace más de veinte años, te mostró unas pesas que tú apenas podías levantar con ambas manos y que él levantaba repetidamente con una sola.

A veces te enfadas cuando tus compañeros no quieres compartir sus cosas contigo y, cuando te piden tabaco, caramelos o alguna bollería, les contestas muy serio «no, tú no me das», pero al poco coges un puñado de cosas y te levantas acercándote a cada uno de ellos para ofrecérselas.

Sin embargo hay algo que te produce una especial tristeza, algo que por desgracia no está en nuestras manos resolver. Seguramente se trata de una de esas pruebas que la vida coloca en nuestro camino para que aprendamos una gran lección. Aunque, en este caso, creo que la enseñanza no es para ti, sino para quien, en su profunda ceguera, no ha entendido que está hurtando a sus hijos el más raro y bonito regalo, el del amor puro, sincero e incondicional.

Sí, porque los adultos podemos llamarnos a error confundidos por miles de subterfugios, pero a un niño es difícil engañarlo en lo que a esta verdad profunda se refiere. Porque los niños son expertos en esto de discernir las cosas del corazón y, desde hace un año tienes un sobrinito nuevo, sobrino de primos hermanos, que es lo más cercano que en suerte ha llegado a tocarte. Un niño que llegó a la familia con casi tres añitos, y que tampoco tuvo un comienzo fácil en su vida, que conoció el abandono y la indiferencia y que, tal vez por eso, tenga más capacidad que ninguno de nosotros para discernir y separar el grano de la paja. Y este niño, que a lo largo de este último año ha podido verte en una decena de ocasiones, te adora, te idolatra.

Resulta emocionante ver como se te tira encima y te colma de besos. Aunque tengo que decir que la adoración es mutua, pues no es menos conmovedor observar cómo tú lo arrullas, lo cuidas, le das la mano con la mayor delicadeza o le colocas el gorro de su anorak, porque llueve y no quieres que se moje o se enfríe.

Tal vez haya quien no sea capaz de comprender y hasta se crea con derecho a avergonzarse de tu existencia, pero yo te diré que estoy muy orgullosa de ser tu prima y me siento profundamente agradecida de tu presencia en mi vida.

Pronto verás cumplidos tus sueños, porque vendrás a tu querido pueblo, con un monitor, aunque no en autoestop sino en tren. Y ese día nos reuniremos todos tus tíos, primos y sobrinos para pasar el día juntos. Porque tú sabes valorar como poca gente el regalo de la compañía de tus seres queridos.”

 

Estas preciosas imágenes son de tu cara, cuando descubriste que los reyes había  dejado debajo del bético árbol de tu prima Pili (tu ángel de la guarda), una cartera y dos camisetas del Sevilla, porque tu eres lo que en esta tierra llamamos «un palangananilla». Es divertido, porque cuando intentamos pillarte preguntándote «José Antonio, y si juegan el Bétis y el Málaga ¿quién quieres que gane?», enseguida contestas «que gane el mejor».

Sirva también esta entrada para declarar mi más profundo respeto y agradecimiento a personas como mi prima Pili o a José Antonio y su esposa Mari Paz, por haber tenido la valentía y generosidad que le faltó a quien correspondía y solo supo volver la espalda.

Y gracias también a tantos otros seres luminosos, como Rubén, estudiante de medicina, que con tan solo veinte años tiene la generosidad de dedicar la mañana de un domingo de cada dos a pasarla con José Antonio para que pueda salir un rato del centro.

Este mundo aún está lleno de seres extraordinarios.

A José Antonio Rodríguez Postigo.

Te quiero.

Si te gusta compártelo:Share on twitter
Twitter
Share on facebook
Facebook
Share on google
Google

6 comentarios en «A mi primo José Antonio, de quien siempre aprendo algo»

  1. Auxiliadora

    Gran chaval y cariñoso, me ha dado mucha alegria verlo. Un beso y espero que pronto cumpla su sueño de venir a su pueblo.

  2. Rosario Peña

    Mercedes,José Antonio es sobrino de tu padre,verdad?Me dio mucha alegría verlo,no sabia nada de él desde hace años, sinceramente no lo hubiera reconocido, deje de verlo que apenas tenía, creo recordar 12 o 13 años,teníamos una especial conexión los dos, trabaje durante muchas temporadas en el polideportivo u al salir por las tardes,me lo encontraba por la esquina de la calle Verónica,charlabamos y se reía mucho conmigo, me encanta saber de él,un abrazo

  3. Loli Navarro

    Hola somos vecinas de la calle veronica y nos ha gustado mucho saber de èl!!! Que bonito escrito y llevas toda la razón que chiquillo mas cariñoso. Nos alegramos que se encuentre rodeado de buenas personas.