Siéntete orgullosa Mairena

Siéntete orgullosa Mairena, porque hoy te has vestido de gala y has sido grande. Sí, porque un hijo tuyo, que partió hace ya diecinueve años, ha vuelto hoy a pisar tu asfalto y eso ha sido lo primero que ha dicho, «¡qué grande es Mairena!»

La belleza siempre está en los ojos que miran, y la grandeza en el corazón que ama, y José Antonio, allá en tierras malagueñas, no dejó de añorarte ni un solo día.

Es cierto que en estos diecinueve años nos visitó en alguna que otra ocasión, pero también que hacía más de diez que no pisaba estas tierras.

Hoy hasta yo que soy verderona he mirado con cariño al estadio Sánchez Pizjuán. Y no podía ser de otro modo escuchando a nuestra prima Pili, que relataba cómo, al recogerte en Santa Justa, decidió desviarse un poco para darte una vuelta por Nervión. Imagino tu expresión mientras mirabas el estadio de tu equipo y exclamabas «¡esto es impresionante!»

Me quedo con eso y también con tus abrazos, y con los abrazos de mis hijos, porque a pesar de conocerte poco, apenas has necesitado un minuto para conquistar sus corazones, y te aseguro que lo que he contemplado no han sido abrazos forzados por el compromiso social, sino abrazos sinceros, abrazos de verdad.

Me quedo con tu risa fresca mientras echabas y recibías agua en la cara, jugando con tus sobrinos en la piscina. Sí, sobrinos de primos hermanos, que es lo más que el cielo te ha otorgado, ya te lo dije en una ocasión, pero que te quieren de verdad y para los que eres simplemente el primo José Antonio, y nada más.

Me quedo con tu mirada cuando me decías «prima, ¡qué día estoy echando!»; y con la sorpresa e incredulidad de tu cara cuando te explicábamos que solo tú eras el motivo de nuestra fiesta. Porque tú no sabías nada, pensabas que darías una vuelta por el pueblo y comerías en algún lugar con la prima Pili, tu primo José Antonio, Maripaz y si acaso alguna incorporación más. Así que entraste pensando que eras tal vez un intruso que se colaba hoy en una estampa familiar quizás muchas veces repetida. Y es cierto que algunos de quienes estábamos solemos reunirnos con cierta asiduidad, pero no lo es menos, que otros, más de la mitad, no nos habíamos reunido en años, y que hoy tú eras nuestro motivo, nuestra razón y nuestra fiesta.

Me quedo con la emoción y el agradecimiento en tu mirada cuando decías a mi hermana Marisol «gracias prima por darme esta fiesta», y también con tu divertida salida a su respuesta, pues cuando ella te contestó «cariño, tú te lo mereces», a ti te pareció la mejor oportunidad para autoregalarte un «Porque es un chico excelente, porque es un chico excelente, …..», cantinera que, por supuesto, todos acabamos por corear, acompañando tu espontanea muestra de alegría.

Me quedo con todo eso, porque de verdad que ha sido un día especial.

Pero también tengo que quedarme con tu pena y con tu añoranza cuando me has dicho «yo sé que ella no me recuerda, pero yo sí me acuerdo de ella».

¿Que por qué he decidido hacer referencia también a esto aquí?, pues porque creo que esa frase define tu grandeza. Porque eres tú quien tienes una minusvalía del 63% y una esquizofrenia con la que pelear a diario, porque eres tú quien luchas por controlarte, superarte y reponerte a tus limitaciones minuto a minuto, a veces en días que se te antojan interminables y, aun así, eres capaz de amar a quien no te quiere.

Y créeme que observo todo esto con la tristeza que produce la anticipación tantas veces contemplada. Pues el cielo me ha enseñado que no hay piedra que al ser arrojada a un estanque no vaya a devolver su honda con idéntica dureza, ni acto que haya de quedar sin respuesta. Y no, no es un castigo, es tan solo la simple consecuencia de la naturaleza resonante del universo que habitamos. Cierto es que nuestros tiempos no suelen coincidir con los ritmos del cosmos, y que las más de las veces el destinatario de sus misivas, olvidando cuando mandó la carta que ahora recibe, termina quejándose amargamente de la dureza de su contenido, no siendo capaz, en absoluto, de relacionar ambas cosas como acto y consecuencia. Sin embargo, solo es necesario observar un poco para entender que esta que describo, constituye la más inapelable ley del universo.

Pero no veáis, os lo ruego, en mis palabras deseo de vendetta o revancha, nada más lejos de mi intención. Si queréis saber lo que pienso y siento al respecto, os diré que escribo esto último con la tristeza de conocer que estas que preveo se erigen en sentencias ineludibles de esta realidad que habitamos y nos contiene. En cuanto a mi deseo, ojalá el cielo olvide su ley, y no devuelva en esta ocasión mal por mal, que tú que me leerás, estoy segura de ello, puedas ser feliz e incluso olvidar. Que de tapar el hueco que dejaste nos encargaremos todos los demás, aquellos que sí le queremos, aunque su corazón jamás pueda llegar a estar completo.

Mientras tanto, primo, te hemos dicho que volverías, que esta fue la primera pequeña gran victoria que logramos tras la muerte de tus padres, pero que no será la única. Y aunque te costó volver a confiar en la vida, ya has comenzado a entender que cumpliremos nuestra palabra y con esa esperanza regresaste a la Málaga que te acogió, en ese tren cuya velocidad tanto te había sorprendido.

Me quedo con tu mirada, corazón, me quedo con tu risa y me quedo con tus palabras.

«QUÉ BUEN DÍA HEMOS ECHADO, PRIMA, QUÉ BUEN DÍA».

Si te gusta compártelo:Share on twitter
Twitter
Share on facebook
Facebook
Share on google
Google
Etiquetado en:,