Verdades absolutas

Hola amigos, hace algún tiempo que no subo esta escalera. Lo cierto es que la vida tiene sus ritmos y urgencias y lo mejor que podemos hacer a tal efecto es adaptarnos y observar por qué senderos nos conduce. Hoy sin embargo quisiera hacer alguna reflexión acerca de las verdades absolutas. Sí, y lo planteo así, en plural, pues parece que cada cual tiene la suya y todos la convicción de encontrarse en la obligación moral de venderle la suya a los demás.

Las circunstancias y los ritmos me han conducido en este tiempo a observar de cerca esta curiosa circunstancia y, pensando, se me antoja necesario poner palabras a lo observado, ya sea por intentar desgranar el misterio o simplemente porque el hecho de observar traiga consigo la necesaria humildad de comprender el sinsentido inherente a lo observado.

Y es que, en demasiadas ocasiones, me encuentro con que cada persona que transita su propia senda, a veces a trancas y barrancas (como tampoco pueda ser de otro modo, pues de serlo posiblemente no anduviéramos por aquí intentado encontrar una senda que ya hubiésemos transitado), intenta vender a quienes comienzan su particular viaje, las virtudes de la senda que transitaron.

Me acuerdo, al hilo de estas reflexiones, de las sensatas palabras del gran poeta, Antonio Machado «Caminante no hay camino, se hace camino al andar…». Pues si eres de natural curioso, y yo lo soy, no puedes más que advertir que todos, entre quienes me incluyo, hemos terminado tejiendo una de esas colchas compuestas de parches o trozos de muchas telas. En ocasiones porque nos dio miedo emprender el viaje que realmente queríamos realizar y solo el tiempo nos aportó el valor necesario para hacerlo, y tal vez por ello debimos coger otro vuelo con más escalas. Otras porque nuestro conocimiento del mundo que habitamos fue cambiando nuestras preferencias o mostrándonos nuevos destinos que ni siquiera sospechábamos que pudieran existir. Y está bien, pues en eso consiste la experiencia de nuestro tránsito por este maravilloso, desconcertante y endiabladamente loco mundo que nos contiene, y por otro lado, al final, ese tipo de colcha no deja de tener su belleza y encanto.

Pero ya que hoy se trataba de observar y al punto, de analizar lo observado, pongámonos a ello, y ya que estimo que no es honesto observar a otros sin haberlo hecho anteriormente con una misma, comenzaré por esto último.

Mi camino fue un camino, ahora entiendo que bastante desviado de mi verdadera vocación, ya que si en estos momento, cuando estoy a pocas horas de cumplir 48 años, debiera elegir mi sendero, supongo que recorrería uno muy diferente al que en su momento recorrí. Tal vez el de la física y la filosofía, sin renunciar a disponer de algún rellano con una cabaña llena de lienzos, pinceles y plumas donde meditar y poder expresarme a través de la pintura y la escritura.

Pero debí elegir cuando mis padres aún intentaban hacerse un hueco en una sociedad que aún no había perdido el apresto de una democracia recién estrenada. La mayor de cuatro hermanos, con unos padres que compatibilizaban el trabajo en la construcción con jornadas interminables en un bar, de martes a domingo, desde las 6.30 de la mañana hasta a veces las 3.30 o las 4 de la madrugada. Las circunstancias hicieron que con 12 años debiera hacerme cargo del cuidado de mi hermano pequeño mientras el de mi hermana, solo un año mayor, caía en manos de mi tía María Luisa.

Eso y que jamás terminé de adaptarme al sistema educativo, marcaron en gran medida el camino que habría de tomar. Parece ser que los profesores insistían a mis padres para que no me permitieran abandonar los estudios, sin embargo yo me aburría soberanamente. Por otro lado, creo que mis padres, intentando protegerme y que no fuera víctima de un experimento educativo, confundieron el camino. Pues justo cuando me encontraba en los cursos determinantes para poder hacer aquella elección, se implantó en mi colegio un sistema que llamaron de «programación», donde se inscribió aproximadamente la mitad del colegio y que consistía básicamente en la ausencia de libros de textos, los temas debían ser investigados y preparados por los alumnos. Posiblemente en este sistema hubiese encontrado el estímulo que había perdido en los más que trillados libros de textos en los que me distraía, ojeandolos una y otra vez, mientras en clase se repasaban repetidamente los mismos conceptos y las mismas lecciones.

Sin embargo decir que este camino estuvo exento de indolencia por mi parte tampoco sería del todo honesto. Coincidí en un grupo de amigas que decidieron abandonar pronto los estudios y me daba pereza ser yo la única que debía sacrificar, aún más, mi tiempo para continuar mis estudios.

Todo ello me llevó a elegir una formación profesional en la rama de peluquería y estética, que pronto vería que para nada se ajustaba a las inquietudes que comenzaba a desarrollar. Este segundo cruce en el camino me conduciría a buscar respuesta a mis inquietudes intelectuales en la participación política, y con tan solo 17 años entré en un partido político, donde desarrollé funciones organizativas casi de inmediato, y funciones públicas como Concejal, cinco años más tarde, durante dos legislaturas completas. Me lancé también de lleno a cubrir mi necesidad de independencia física y económica preparándome unas oposiciones que cerca estuvieron de costarme la salud, pues fue esta la ocasión en la que más cerca me he encontrado de una depresión, tras superar las duras pruebas de la adolescencia.

Pero el tiempo y los acontecimientos continuaron su curso, y en otro recodo posterior descubriría que mi destino tampoco estaba en ese viaje que yo misma había elegido. Añoraba visitar otras tierras y descubrir los recovecos de las ciudades de la expresión artística y literaria, y sentía la necesidad de explorar los misteriosos e inciertos senderos aún no explorados, o al menos hacia los que no existían tours organizados, del “qué, el cómo y el para qué”. Estas nuevas necesidades fueron las que me condujeron hasta donde me encuentro en estos momentos y aún hoy ignoro si he de transitar nuevas sendas.

Así que como veis, lejos de conocer las respuestas ni disponer de verdades absoluta, durante el tramo de vida que llevo recorrido, me he limitado, supongo que como la mayoría, a usar los parches que el destino puso más o menos a mi alcance para tejer una colcha llena de colores e imperfecciones.

Trato no obstante, por todos los medios, de no olvidar este proceso, ni perder la humildad de saberme un ser imperfecto, a fin de no caer en la soberbia de creer que di con la fórmula infalible y pensar que puedo organizar los caminos de otros. Si acaso, como hacen los buenos amigos, puedo relatar las experiencias más enriquecedoras y describir los más bellos lugares para que otros tengan la oportunidad de decidir si desean visitarlos.

Sin embargo, observo con demasiada frecuencia a gente que, como yo, tejió su colcha de colores con distintos motivo. Tal vez querían ir al Amazonas pero les daban miedo los caminos poco transitados, e intentaron conocer las selvas viajando a ciudades que formaban parte de algún tour organizado, y creyeron que de ese modo cubrían el expediente. Tal vez no fue el miedo propio, tal vez el miedo de aquellos que velan por nuestro camino fue el que les obligó a tomar algunos desvíos más iluminados por las antorchas sociales.

Y está bien, ya lo he dicho, seguramente existe un buen motivo para que hayamos terminado eligiendo tal o cual atajo. Tal vez debíamos pasar por alguna esquina que quedaba lejos del camino directo, o debíamos conocer a alguien en algún tramo del sendero alternativo.

Pero no deja de sorprenderme encontrar a quienes no habiendo tomado el avión que les conducía al destino que deseaban transitar, hacen alarde de conocer los caminos que conducen al mismo y se atreven a dar lecciones a quien, a pesar de lo incierto del sendero, se atreven a sacar un billete directo a su destino. Y es curioso, porque posiblemente sea más fácil demostrar la existencia de la deidad que tantas dudas provoca que encontrar una verdad absoluta que posiblemente podríamos jurar que jamás ha existido.

Pero hay algo más, y es que en ese ejercicio de hacer de cicerone de caminos alternativos para el destino de los demás, olvidamos algo importantísimo, y es que jamás un mismo camino llevó a dos personas distintas al mismo destino. Me explico ¿cuánta gente ha podido visitar Egipto?, os invito a dedicar parte de vuestro valioso tiempo a escuchar lo que vio o significó para cada una de ellas ese mismo viaje. ¿Creéis que es lo mismo visitar el país de los faraones con la sola referencia de que está habitado por egipcios, en su mayoría musulmanes y que sus piedras son muy antiguas, que haber estudiado su historia y sentir la fascinación del misterio que significan su cultura y conocimientos? No, creedme, el destino al que conduce el camino depende mucho de la mochila que portes, de los ojos con los que mires y de tu actitud y ganas que muestres.

¿Que por qué escribo hoy esta entrada? Pues veréis, porqué en mi casa y a mi cargo vive una jovencita con mucho talento y no exenta de valor, pero en una edad en la que uno cree que cuando otro da una opinión está sentando cátedra y siempre es una opinión más autorizada que la propia.

María quiere ser actriz, y sí ya hemos hablado y hemos expuesto todas las piedras que puede encontrar en su camino. Sabe que no será un camino fácil y sí, a veces siente miedo. Pero María, ya lo he dicho en alguna otra entrada, y aunque ella aun no lo sabe, es una mujer fuerte, valiente, pasional y muy valiosa, y a pesar de todo quiere coger ese vuelo.

Dejadme que concluya esta entrada versionando a Charles Chaplin, en nombre de los que ahora comienzan su viaje «No, nadie está libre de cometer errores. No, ningún camino está libre de piedras en las que puedas tropezar y caer, pero ya que no hay ser humano sobre la faz de este mundo que pueda decir que no tropezó y debió levantarse en más de una ocasión, permítanle la maravillosa libertad de cometer sus propios errores».

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4 comentarios en «Verdades absolutas»

  1. Montserrat

    Cada vez que escribes algo me haces pensar en lo mucho que ha cambiado mi vida en tan poco tiempo,,,,, creo que no solo María sino muchos tenemos aun que seguir tegiendo

  2. José María

    Amiga Mercedes, me alegra mucho constatar lo bien que has aprovechado tus 48 años, cómo has ido madurando en tu pensamiento y tus propuestas. Verdades absolutas, ningunas. Perfecto. Por eso seguimos inquietos, buscando libremente y aceptando a los demás tal como son.

    Que te vaya bien con María. Los niños y los jóvenes entiendo que se educan por ósmosis más que por lecciones impuestas. Y a tu lado, seguro que está respirando libertad, respeto, decisión y compromiso.

    Un fuerte abrazo

    1. Mercedes Rodríguez Autor

      ¡Ay viejo amigo!, y lo de viejo lo digo más por el tiempo compartido que por edad cronológica, pues lo tuyo siempre será un alma joven. No te imaginas la alegría que me da saber de tí y encontrarte aquí, en los peldaños de mi humilde escalera.
      Un gran abrazo.