La imaginación al poder
Hola amigos:
Hoy quiero volver a invitaros para que me acompañéis a subir esta escalera en busca de respuestas.
El tema que quiero plantearos en esta ocasión, viene al caso de algo que escuché justo antes de irme de vacaciones y que me ha hecho meditar mucho en estos días.
Como casi siempre, todo surgió rodeado de ese tipo de sincronicidades que confiere, a mi entender, un halo mágico y de misterio tan particular a cualquier tema.
Por empezar desde el principio y en un intento de poner todo el proceso en contexto, os contaré de qué tipo de sincronicidades hablo.
Veréis, cuando estaba escribiendo mi novela Ajenjo, en un momento de la trama, necesité de un programa de misterio donde la protagonista pudiera enterarse de algunas cosas que no iba a poder encuadrar en un programa de noticias digamos “convencional”. Quise que fuera un nombre sugerente, pero que no hiciera referencia a ningún programa real.
Inmersa en este empeño, se me ocurrió llamarlo “la otra mirada”, me pareció un nombre sugerente, y muy descriptivo.
Tiempo después, ya publicada la novela, me llamó una de mis grandes amigas. Había leído Ajenjo y, como muchos de los que gustamos de introducirnos de lleno en una historia, había buscado datos en la red a fin de poder revivir el itinerario de Blanca. Me llamaba para comentar lo que había averiguado, y en el transcurso de aquella conversación, me dijo que le había gustado el mencionado programa de misterio.
Aquello, por supuesto, me sorprendió, y le hice saber que no existía tal programa, que me lo había inventado. Pero ella me sacó de mi error y me dijo que sí que existía, que ella lo había encontrado y que además, le había parecido que trataba contenidos muy interesantes.
Como soy de natural curioso, y aunque tardé un tiempo, también yo lo busqué en la red y descubrí que efectivamente existía un programa que en la actualidad se llama “Cajón de Grillos”, pero que anteriormente había respondido al nombre de “La Otra Mirada”, y por supuesto me descargué varios episodios a fin de escucharlos.
Fue escuchando el primer episodio, en el coche, a las 6.30 de la mañana, mientras me dirigía al trabajo, cuando apareció el motivo de mis meditaciones veraniegas y el objeto de esta entrada de hoy.
En aquel episodio, Alejandro Sánchez del Olmo, director y conductor de dicho programa, entrevistaba a Ignacio Morgado Bernal. Este señor, Catedrático de Psicobiología en el Instituto de Neurociencia de la Universidad Autónoma de Barcelona, explicaba cosas interesantísimas sobre las investigaciones que estaba llevando a cabo en esos momentos en el campo de la Optogenética.
Contaba que estaban llevando a cabo determinados experimentos consistentes en incluir falsos recuerdos, a través de haces de luz, en mentes de roedores, con el fin de utilizarlos en personas bajo tratamiento por shock traumáticos más adelante. Al parecer, el mencionado procedimiento consiste en usar unas proteínas, que se instalarían en las neuronas y que harían la función de interruptores, para poder encender o apagar dichas neuronas a voluntad.
Los que me conocéis a través de este blog, comprenderéis que aquello me enganchó inmediatamente.
Aquél programa, que escuché con gran atención, me depararía muchas más sorpresas, entre ellas la de que, aunque este experimento estaba aún en un proceso muy inicial, existía otro mucho más avanzado, que perseguía el mismo fin pero utilizando ondas vibratorias de sonido, con resultados bastante espectaculares.
El tema me pareció apasionante, pero no sería hasta casi llegar a mi trabajo, al final de la entrevista, cuando el profesor e investigador Ignacio Morgado, pronunciara las frases que serían el detonante y objeto, tanto de mi meditación como del presente artículo.
Como decía, ya casi se despedía, cuando dijo algo que yo juzgué crucial, aún sin entender muy bien aún el motivo. Quiso hacer partícipe a su entrevistador de uno de los mayores desafíos con el que se encontraban en su área de investigación, y lo hizo sentenciando que si la Optogenética podía parecer sorprendente, en su larga carrera no había encontrado algo tan sorprendente y misterioso como el enigma que envolvía a la imaginación humana.
Intentaré citar sus propias palabras:
“Para que os hagáis una idea, os pondré un ejemplo –decía-. No sabemos si existe vida fuera de este planeta, y aún así, somos capaces de imaginar que podría existir, y que, de ser así, esos seres podrían ser como nosotros o que tal vez no se parezcan en nada y sean pequeños y verdes. ¿Veis?, aún dentro de nuestro más absoluto desconocimiento, somos capaces de realizar hipótesis al respecto.
Sin embargo, cuando intentamos adentrarnos en este enigma para intentar desvelar qué es y como funciona la imaginación humana, simplemente no sabemos por donde empezar. No tenemos la menor idea, ni siquiera somos capaces de comenzar a desarrollar alguna hipótesis”.
Aquello efectivamente me dio que pensar, quizás porque soy una creyente convencida de que nuestra capacidad para concebir realidades está directamente relacionada con la posibilidad de que esas realidades lleguen a existir.
Así que no pude más que preguntarme: Si la imaginación humana constituye tal enigma para la ciencia de hoy en día y tiene tal peso en nuestra propia realidad, ¿por qué razón la sociedad la tiene tan denostada?
¿Por qué ni nuestro sistema educativo ni nuestra sociedad fomentan, cultivan o premian esta increíble cualidad que tanto nos define como humanos? Porque, no sé en el vuestro, pero en mi tiempo, cuando alguien te decía “tú lo que tienes es mucha imaginación”, no estaba intentando hacerte un halago precisamente.
Claro que siempre tenías la opción de dedicarte a escribir cuentos o novelas y justificar esta incómoda parte de tu personalidad. Pero eso te alejaba indudable y definitivamente de la posibilidad de ser tomado en serio en otras áreas más “serias” de la investigación, o incluso dentro del, últimamente tan denostado, mundo de la organización socio-política.
Y a la postre, tengo que confesar, que no se me ocurría más motivación para tal hecho, que la de que esa desconocida cualidad que llamamos imaginación, y que tan unida se encuentra a la capacidad creativa, constituya en realidad la más poderosa características de la que disponemos los humanos. Y como una cosa lleva a la otra, esto me condujo directamente a sospechar que ningún poder debía estar interesado en manejar a una población demasiado poderosa.
No sé si esta especulación mía puede constituir alguna realidad en si misma, o quizás no sean más que simples conjeturas, a la altura de los extraterrestres verdes mencionados por el profesor Ignacio Morgado, no en vano yo fui una de esas personas que escuchó muchas veces en su infancia y adolescencia que tenía demasiada imaginación.
Pero ciertamente el caso no deja de darme que pensar. Y tú ¿qué opinas?
- Retratos de familia y sus misterios
- Ya tenemos fecha de lanzamiento.
Opino y voy a ser breve, que al igual que hay una vacuna para el Alzheimer, otra contra el cáncer, también contra la leucemia y……. lo que ocurre que a la multinacional farmacéutica no les conviene sacarla al mercado, porque la farmacéutica perdería mucho, y a los empresarios que fabrican las máquinas para dar quimioterapia y otras máquinas y medicaciones, que como he dicho antes no les trae cuenta, les perjudica y perderían mucho dinero, ya que hay muchos inversores en éstas máquinas y medicina.
Cura ya hay contra todas las enfermedades pero caerían muchas multinacionales y eso no conviene.
Fíjate si hay egoísmo malicia, que por el dinero, prefieren que mueran personas a sacar el producto al mercado. Y todo esto lo sé y lo puedo demostrar. Gracias por haberme dado esta oportunidad de sacarlo a la luz.