La Kabbalah como blindaje al imperativo kantiano

Transitamos tiempos en los que una reflexión ético moral profunda sobre el sentido de nuestros actos e intenciones se me antoja imperiosa mente necesaria y urgente.

Kant tránsito este camino y nos dejó reflexiones dignas de ser rescatada.

Hoy os comparto un trabajo minusioso sobre el sentido de su reflexión.

La Critica kantiana y la Kabbalah

Con la Kabbalah como blindaje al imperativo kantiano he tratado de mostrar que existen datos suficientes para postular un contacto estrecho entre el sistema kantiano y la kabbalah judía.

Que este nexo se prolonga desde la concepción de la realidad como sistema trascendente, donde las matemáticas se constituyen, en ambos sistemas, en condición de posibilidad del conocimiento mismo, hasta la indagación del «Imperativo categórico» en el caso kantiano o el camino de transformación en el caso de la Kabbalah.

Que podemos indagar tal nexo en su juventud, en el estudio del hebreo y el cambio de nombre; pero también en las claras influencias que en su sistema encontramos tanto de Leibniz como de Spinoza.
Que el dibujo kantiano se inicia en su Crítica de la Razón Pura, atraviesa la Crítica del Juicio y los Fundamentos para la Metafísica de las Costumbres y llega a la Crítica de la Razón Práctica, respetando la misma lógica:
Que dicha indagación, presente en Kant, tanto en la Fundamentos para la Metafísica de las Costumbres como en la Crítica de la Razón Práctica está relacionada directamente con la necesidad de un método que sortee la dificultad de tener que representar hacia fuera lo que no es posible más que como algo interno que cuente con la imposibilidad de conocer, también en el terreno moral.
Que el sistema de vasijas nos ayuda a comprender el Imperativo kantiano en dos vertientes:
La primera, que la vasija de otorgar es Dios mismo, por lo que se trata de un camino sin fin, pues la «Vasija de recibir» no puede convertirse en «Vasija de otorgar, de lo que podemos deducir que la pretensión de Kant era la de construir un sistema de indagación ilimitada, sin posibilidad de cumplimiento.
La segunda, que, si bien el camino es ilimitado, su trayecto es el que va a posibilitar el aumento de capacidad de nuestra vasija para contener la energía o bendiciones para la que está diseñada; como cuando el mismo proceso de memorizar aumenta nuestra capacidad memorística.
En cuanto a indagar esa necesidad de blindaje, que se constituye en condición misma de posibilidad de esta investigación, en Ideas para una Historia Universal en Clave Cosmopolita, Kant desarrolla su filosofía de la historia, en la que establece un plan de la naturaleza, como fin teleológico, al que el hombre habrá de llegar, incluso a su pesar, pues la naturaleza se serviría de su insociable sociabilidad para ello; lo que apunta ya a un «Reino de los fines». Pero no podemos actuar en la práctica moral con arreglo a fines, pues no podemos conocer ese fin, ya que para ello deberíamos conocer qué es lo bueno en sí, y solo pretenderlo nos llevaría a suplantarlo con «nuestro bien», influido y contaminado de interés, cultura, sensibilidad, creencias, conocimiento parcial de la realidad y un largo etcétera.
La profesora Herrero nos da una clave importante aquí, que justificará la búsqueda de un método de blindaje para el «Imperativo categórico», cuando, a colación de la lectura y comparación de la Fundamentación y la Crítica del Juicio, reflexiona de la siguiente forma «En el caso del uso de la razón práctica, el desarrollo del sistema nos ayudará a conseguir el acceso seguro del principio de indeterminación a la voluntad, pues como allí nos dice, la voluntad, de lo contrario, se encuentra muy cerca de la corrupción de los sentidos».
Por tanto, trato de mostrar, igualmente,
Que el uso de la razón práctica, de un modo u otro, siempre persigue una utopía, y en la persecución de toda utopía siempre se corre el riesgo de pensar que alcanzamos la meta y, con ello, creernos en el deber de imponerla, impidiendo, de este modo, el ejercicio necesario de la libertad a otros en su propia búsqueda y corrompiendo el principio de razón práctica, al convertir la autonomía en dogmatismo.
Que Kant, en la Crítica del Juicio ligará lo bello a lo moral, basando dicho nexo en la necesidad de una intuición universal, y ambos, lo bello y lo moral, a la falta de interés y a la libertad.
Que la indagación del «Imperativo categórico» trata del método de constante enjuiciamiento de la máxima de la voluntad, cuya necesidad, ya lo vimos, queda recogida en su razón crítica, donde el enjuiciamiento se produce de sí y por sí; nadie enjuicia, sino que la voluntad se enjuicia a sí misma «El concepto de cada ser racional que ha de ser considerado como legislando universalmente a través de todas las máximas de su voluntad, para enjuiciarse a sí mismo y a sus acciones…», y que la indagación misma conduce al concepto de «Reino de los fines».
Que su «Reino de los fines» es, en sus propias palabras, «…un estado ético en el que los hombres están unidos bajo leyes no coactivas, esto es: bajo meras leyes de virtud.».
Que queda claro que Kant, con «Reino de los fines» no está aludiendo a una posible realidad (antes ya había advertido que no podíamos estar seguros de que se hubiese actuado alguna vez enteramente en base a estos preceptos morales), sino que está aludiendo a un concepto, un horizonte que la voluntad ha de marcarse; pues, a poco que lo pensemos, nos percataremos de que un reino tal, que unos pretenderían haber alcanzado, mientras consideran su deber moral ayudar a otros a alcanzarlo, se parece demasiado a cualquiera de los ejemplos de pretendidos salvadores que acaban por imponer a otros una salvación, que se parece demasiado a cualquier narrativa del averno, y contra esto ya nos advertía en su razón práctica.
Por eso creo que Kant usa el sistema de vasijas de la Kabbalah para colocar su «Reino de los fines», lejos del alcance de ningún iluminado, colocándolo en el horizonte, cual candil que ilumina todo camino.
Que esta es su pretensión, podemos comprobarlo en muchos pasajes; a modo de ejemplo «La moralidad es la única condición bajo la cual un ser racional puede ser un fin en sí mismo (…) libre con respecto a todas las leyes de la naturaleza, al obedecer solo aquellas leyes que se da él mismo…»
Para concluir este trabajo me gustaría hacerlo rescatando uno de los conceptos ya aludido, el de buscar la dignidad de ser feliz. El objeto de la ética kantiana no es ser feliz, sino sentirse digno y, por tanto, su «Reino de los fines» es el reino de la dignidad humana:
En el reino de los fines todo tiene o bien un precio o bien una dignidad. En el lugar de lo que tiene un precio puede ser colocado algo equivalente; en cambio, lo que se halla por encima de todo precio y no se presta a equivalencia alguna, eso posee una dignidad.

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