Carta abierta al señor obispo Húngaro Laszo Kiss-Rigo

No suelo usar este foro, ni ningún otro, a decir verdad, para recriminar a nadie ninguna opinión o pensamiento. Simplemente no lo creo necesario. Me parece mucho más útil reflexionar sobre mi propia visión de la realidad.

Sin embargo, ante el pánico colectivo secundado por algún miembro convenientemente ataviado y acicalado como miembro eminente de la Iglesia cristiana, he sentido la necesidad de escribir este artículo. Y lo hago justo porque, sin considerarme miembro de ninguna institución eclesiástica, hace tiempo que decidí que si existía alguien a quien merecía la pena escuchar, entender y seguir, ese era a un gran hombre que consiguió superar su pequeño yo hasta convertirse en el todo y que se hacía llamar Jesús de Nazaret. Al menos esa es la traducción que por estos “lares” nos llegó de su nombre.

Me asombra a menudo la preocupación que muestran algunos miembros de la Iglesia acerca de cosas como si Jesús estuvo o no casado y nimiedades por el estilo. Asuntos en los que parecen poder hacer todo un doctorado, aunque no exista ni un solo dato que avale su tesis. Sin embargo cuando llegamos a lo que por mi tierra llamaríamos “el meollo de la cuestión” parece que no se tienen tan claros los conceptos, por mucho texto que lo avale. O tal vez simple mente volvemos a hacer interpretaciones que “arriman el ascua a nuestra sardina”.

Me explico: para mí un Jesús casado tiene el mismo valor que un Jesús soltero. Además, supongo que si lo estuvo, su mujer debió estar a la altura de su grandeza, lo que, en mi opinión, significa que debía importarle un pepino que vuestra comunidad la reconociera o no.

Pero al verle, señor obispo, tan convenientemente vestido, y escucharle advertir sobre los peligros que acoger a los refugiados de un país en guerra, conlleva para nuestra seguridad, no he podido dejar de acordarme de las palabras de Jesús cuando preguntaba.

¿Qué habéis venido a ver al desierto? ¿a un hombre vestido muellemente? ¿mas los que visten con molicie están en los palacios? ¿Qué habéis venido a ver entonces?

Señor obispo:

Le dice usted al Papa, que está confundido, que él no conoce la situación y que quienes vienen de Siria no son refugiados, que son invasores.

Bien, no sé cuanto pueda estar de equivocado el Papa, pero entiendo que usted erró sin duda su camino. Me explico de nuevo:

Hay un país en guerra en el que sus hijos huyen buscando de forma desesperada protección para sus familias, fuera de sus hogares. Esto nunca plato de gusto para nadie, pero si pregunta usted si es posible que entre ellos haya terroristas infiltrados, la respuesta es sí, es posible. Y yo le pregunto, ¿qué hace usted con esta respuesta afirmativa?, ¿cuál es su opinión acerca de cómo debemos actuar con esa gente?

Yo ignoro su opinión, pero conozco la de aquél personaje al que admiro y sigo y al que le recuerdo, usted dice seguir:

  • No temáis a quienes pueden matar el cuerpo y nada más pueden hacer.
  • No resistáis al mal.
  • Ama a tu enemigo. Porque si amas a tu amigo y desprecias a tu enemigo ¿cuál es tu mérito?
  • Si te golpean en una mejilla, ofrece también la otra.
  • No niegues nada a quien reclame de ti.
  • Todos sois hermanos.
  • Si tu hermano te pide la túnica, dale también el manto.
  • Si tu hermano te reclama para que vayas con él una milla, vete con él dos.
  • No juzguéis para no ser juzgados.

Señor obispo, como bien debe saber, esta no es más que una pequeña muestra de todo lo que podría incluir aquí en ese mismo sentido. Así que si le asusta la posibilidad de que su seguridad se pueda ver comprometida al abrir las puertas de su casa a quien le pide ayuda, debería revisar sus convicciones. Porque si decidió usted seguir a quien enseñaba estas cosas porque creía que eran las más elevadas y merecedoras de admiración que había escuchado nunca, medite un poco sobre la fortaleza de su fé. Pero si, por el contrario, tomó esa decisión porque pensaba que sería un camino fácil, siento decirle que creo que equivocó el rumbo.

«Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y amplia la senda que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Porque estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.»

Por si aún no lo tiene claro, le diré que me temo que cerrar fronteras y protegerse es justo la puerta ancha y la senda amplia. Entrar por la puerta estrecha y seguir la senda angosta, en este caso, sin duda, consiste en superar el miedo y abrir con amor nuestras puertas.

Aun conociendo el peligro de que entre ellos  existan infiltrados que puedan comprometer nuestra seguridad.

¿Podría ponerse usted delante de su jefe y justificar la vida de un niño con un riesgo cierto para su propia seguridad?

 

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2 comentarios en «Carta abierta al señor obispo Húngaro Laszo Kiss-Rigo»

  1. Manoli Díaz Miranda

    Si yo te contara, mi querida hermana Mercedes, tendría un libro para escribir.
    No sólo los obispos dicen esas frases tan anómalas, también los arzobispos,¡ bueno! Para qué los voy a nombrar a todos, con decir, toda la jerarquía eclesiástica, vamos a poner para ser un poco razonables un 95%.
    Comprendo que te asuste que lo diga un obispo que son los primeros que tienen que ayudar a éstas personas, ya que han escogido el camino de Dios y su palabra pero ¿ La cumplen???????
    NOOOOOOOOOOOO, ¿ Por qué? Porque a la hora de la verdad no sólo la Iglesia católica , si no también muchas otras jerarquías que estamos hartos de escuchar todos los días y nos echamos las manos a la cabeza diciendo pero » ¿ CÓMO ES POSIBLE QUE HAGAN ESTAS COSAS DIOS MÍO? «.
    Al igual que existe la corrupción en España, la hay en todos los países, y sino que tire el primero la piedra verás como no la tira ninguno. Pues cariño en la Iglesia ocurre exactamente igual en todas partes, lo que pasa que hay mucha tapadera. Los de arriban tapan a los de abajo porque los de arriba tienen por donde callar.
    Mira hermanita pasé mucho desde que tenía dos meses de vida hasta los ocho años que me adoptaron que después ese sería mi segundo calvario. Bueno a lo que iba estuve ocho años de mi vida con unas monjas que según la Iglesia católica deberían portarse bien y seguir adelante con su religión. Pues NOOOOOOO ¿ Por qué ? Porque mostraban su cara buena a los representantes del orfanato, a los padres de los niños que trabajaban y dejaban a sus hijos allí para recogerlos por la tarde. Pero ya los niños esos ya llevaban la lección aprendida de lo que tenían que contarles a sus padres si no se las verían con ellas.
    Padeci tormentos en esos ocho años que en mi subconsciente están gravados. Palizas con palos, zapatos, cuerdas, correas etc…, vejaciones, abusos, malos tratos psicológicos y no te daban nada más de comer un caldo que parecía que se habían lavado ellas los pies. Nos peleabamos por comernos las cáscaras de manzanas que ellas tiraban a la basura, pero ¡ CUIDADO ! Que no te vieran sino te la ganabas. Mi hermana si se le puede llamar así, como siempre desde chica ha tenido mucha suerte, porque venía con el pan bajo el brazo, a una de las monjas le dio por ella y se la llevaba casi todos los días y los fines de semana y entonces estaba muy gordita y ninguna monja la tocaba, porque la que se la llevaba era una de las que mandaba, entonces ella no sabe lo que es el calvario de un orfanato de monjas. Y ya no me extiendo más porque sería escribir un libro p ero si yo lo pasé mal mis hermanos los curas les hicieron de todo.
    Bueno hermana porque tú para mí si te has comportado como tal, yo no me asusto del comentario de ese obispo porque he vivido en mis propias carnes la discriminación? Y no solo en el orfanato también cuando he tenido que ir a Cáritas Diocesana a pedir de comer, y no me han dado porque una señora que se hacía llamar MADRE era y es íntima amiga de la jefa de Cáritas Diocesana dejó dicho tanto ahí como en el Ayuntamiento que no me ayudasen para nada, porque la que me iba ayudar en este lugar era íntima amiga de una que se hacía llamar HERMANA. Así que cariño discriminación hay por todas partes. UN BESO MUY GRANDE DE TÚ HERMANA.

    1. Mercedes Rodríguez Autor

      ¿Que puedo decir yo a eso corazón?
      Se me encoge el alma al leerte. Tal vez solo rogar al cielo que cure tus heridas y te devuelva la paz.
      Sé que con todo tu esfuerzo y no sin dolor en el camino, tu estás luchando por entender de verdad el mensaje y ser capaz de devolver rosas donde te dieron espinas.
      Ánimo cariño, siempre aquí, lo sabes.