¿Todo es uno?

Hola a todos de nuevo, tras el paréntesis vacacional, y aunque muchos de vosotros estáis disfrutándolas en estos momentos, vuelvo a asomarme a esta ventana para compartir algunas reflexiones, que espero os resulten interesantes.

Durante milenios, diversas filosofías y confesiones nos han venido advirtiendo, en menor o mayor medida, sobre el error de caer presa del ego.
¿Qué en que consiste exactamente el ego?
Parece ser que se trata de una fuerza interna que nos intenta convencer de que somos una entidad separada del resto del universo, y que podemos actuar sobre la naturaleza, sobre nuestros semejantes o sobre nuestro entorno sin que eso afecte a nuestro pequeño microcosmos.
Desde el, quizás menos radical “todos sois hermanos” propugnado por el catolicismo, pasando por “lo que golpea a uno hiere a todos” recogido en las profecías de Juan de Jerusalén, monje templario del siglo XI, hasta las mucho más recientes filosofías basadas en la nueva era, que aseguran que «todo es uno», nos han venido advirtiendo de una realidad muy distinta a la que somos capaces de percibir con nuestros sentidos.
Que todo y todos estamos interrelacionados y somos interdependientes, y en última instancia, que no hay una diferencia real entre humanos, animales, rocas, o aún Dios. Que cualquier diferencia entre estas entidades es sólo aparente, no real.
La Cábala por su parte, afirma que solo existe el Boré o el creador, que en realidad es lo único existente, que solo hay un alma y que lo que nosotros como criaturas creadas hacemos es conectarnos con esa alma.
Por fin, y centrándome quizás un poco más en la definición del budismo del nirvana, tal vez por lo gráfico que creo que resulta, encontramos que la definición más cercana a lo que puede explicarse del estado de iluminación, consiste en que es un estado de percepción sobre la inexistencia de límites de nuestra consciencia.
Según el budismo, cuando alguien alcanza la iluminación, de pronto siente que ocupa la totalidad del espacio, que forma parte del todo y que todo es su propia consciencia.
Tenemos por otro lado, la definición de alma colectiva o subconsciente colectivo.
Se me antojan demasiadas referencias a un mismo concepto que, por otra parte, es bastante incomprensible para el cerebro humano, para ser el fruto casual de un esfuerzo imaginativo común.
Y, a estas alturas, creo que no tengo que explicar que esta sensación, para mí, resulta un buen motivo para investigar.
En el curso de esta disertación, acerté a hacerme esta pregunta:
¿Por qué un concepto tan alejado de cualquier concepto que un ser humano sea capaz de tener sobre si mismo, está tan extendido como base del conocimiento de nuestra verdadera naturaleza?
Estos días, en pleno proceso de comedura de coco, leyendo el libro “El Tao de la Física” (de Fritjof Capra, Doctor en Física Teórica por la Universidad de Viena), leí un párrafo que me hizo dar un respingo.
Seguramente sea un concepto que haya leído anteriormente, en otros textos y expresados de otra forma, pero fue en este texto en cuestión donde se me encendió la bombilla.
Creo que lo más gráfico será incluir el texto en cuestión para, de este modo, propiciar vuestra propia reflexión:
“….La aparente contradicción existente entre los conceptos de partícula y onda fue resuelta de un modo completamente inesperado, que vino a cuestionar el propio fundamento de la visión mecanicista del mundo: el concepto de la realidad de la materia. A nivel subatómico, la materia no está con seguridad en un lugar determinado, sino más bien muestra –tendencias a ocurrir-.

En el formulismo de la teoría cuántica, estás tendencias se expresan como probabilidades y están relacionadas con cantidades matemáticas que toman la forma de ondas.

Ésta es la razón por la cual las partículas pueden ser al mismo tiempo ondas. No se trata de ondas tridimensionales –reales- como las ondas sonoras o las ondas de agua, sino de –ondas de probabilidad-, cantidades matemáticas abstractas, con todas las características propias de las ondas, relacionadas con las probabilidades de encontrar las partículas en puntos concretos del espacio y en tiempos particulares. Todas las leyes de la física atómica se expresan en términos de estas probabilidades. Nunca se puede predecir un suceso atómico con certeza; sólo podemos decir que es probable que ocurra.

La teoría cuántica vino así a demoler los conceptos clásicos de los objetos sólidos y de las leyes estrictamente deterministas de la naturaleza. A nivel subatómico, los objetos materiales sólidos de la física clásica se diluyen en patrones, finalmente, no representan probabilidades de cosas, sino más bien probabilidades de interconexiones.

Un cuidadoso análisis del proceso de observación en la física atómica ha demostrado que las partículas subatómicas no tienen ningún significado como entidades aisladas, sino que sólo pueden entenderse como interconexiones entre la preparación de un experimento y su consiguiente medición. De este modo la teoría cuántica ha revelado la unidad básica del universo. Ha mostrado que no podemos descomponer el mundo en las unidades más pequeñas existentes independientemente.

A medida que penetramos en la materia, la naturaleza no nos muestra ningún ladrillo básico aislado, sino que aparece como una complicada telaraña de relaciones existentes entre las diversas partes del conjunto. Estas relaciones siempre incluyen al observador de un modo esencial. El observador humano constituye el nexo final de la cadena de los procesos de observación, y las propiedades de cualquier objeto atómico sólo se pueden comprender en términos de la interacción que tiene lugar entre el objeto observado y el observador. Esto significa que el ideal clásico de una descripción objetiva de la naturaleza ha dejado ya de tener validez.

La separación cartesiana entre yo y el mundo, entre el observador y lo observado, no puede hacerse cuando se trata con la materia atómica. En la física atómica nunca podemos hablar de la naturaleza sin, al mismo tiempo, hablar sobre nosotros mismos…”

Después de leer lo anterior, vino a mi mente un video que adjunto y que me hizo comprender que, en este universo infinito, no existe lo grande o lo pequeño en términos absolutos, ambos conceptos solo lo son en relación a un valor de referencia.

En nuestro caso, ese punto de referencia es lo que identificamos como Ego y nos hace pensar que todo está en relación a nosotros mismos, no dejándonos comprender que somos partículas subatómicas en la inmensidad del universo y que debemos encontrar nuestra propia naturaleza en función de este hecho y deshaciéndonos de los límites que ese mismo ego nos impone.
Después de esto, y tal vez como consecuencia del proceso iniciado con esta reflexión, pues nada es casual y todo está interconectado, encontré con este documento, es una entrevista a Anton Zeilinger, Físico Teórico y Experimental, doctorado en física de neutrones, por Ima Sanchís, en “La Contra”, de La Vanguardia, 24 noviembre 2012.
«Transcripción de un trozo de la entrevista:

La física cuántica se encarga del estudio de lo más pequeño, ¿cierto?

Va aumentando el tamaño.
De todas maneras, lo grande está hecho de mucho pequeño junto.

Cierto, aunque hasta ahora para los objetos grandes los efectos cuánticos son tan pequeños que no los vemos, pero existen, claro.
Entonces, la física cuántica implica otra concepción del mundo…

Sí, estoy de acuerdo. Creo que la física cuántica nos está revelando que la información es más importante que la existencia material, y que la observación determina en cierto modo lo que puede ser la realidad.
Eso que acaba de decir…

… No sólo la información, la observación determinan lo que podemos ver, sino lo que puede llegar a ser la realidad….»
Después de asimilar estos dos documentos no pude menos que hacerme un par de preguntas, que ahora comparto con todos vosotros.

Si nuestro concepto de la realidad interfiere directamente en lo que podemos observar, y es la observación la que determina la realidad.. ¿Se trata de un círculo vicioso donde el Ego, tal vez alimentado de forma artificial, nos impide observar la realidad en toda su dimensión?
Si consiguiéramos deshacernos de los límites de nuestras creencias ¿Podríamos observar una realidad totalmente distinta, donde los únicos límites fuesen aquellos que fuésemos capaces de imaginar?

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