Descubriendo el mundo de Tamait – Quinta entrega

Hola de nuevo amigos, hoy cuelgo la quinta y última introducción. A partir de esta tendréis que decidir si queréis sumergiros en el apasionante e inquietante mundo de Tamait. Si decidís hacerlo os aseguro que no os dejará indiferente.

No obstante, por circunstancias ajenas a la voluntad, tanto de esta autora como del editor, la publicación se va a retrasar un par de semanas, hasta la primera semana de noviembre, así que he decidido aprovechar esos huecos para ofreceros los prólogos que cuatro buenos amigos han tenido a bien escribir para mí libro.

Solo os diré que cuando les pedí que lo hicieran, también les rogué que no hablaran del contenido del libro, pues este está escrito de corazón a corazón y quiero que toque el alma de cada lector individualmente, sin ningún tipo de guías o expectativas.

Cuando les pedí a Nuria Mejías, José Manuel Castillo, Manuel Fernández y José Luis Rodríguez que me escribieran un prólogo, les rogué que hablaran de los sentimientos y emociones que la lectura del libro había despertado en cada uno de ellos individualmente. Así que lo que os compartiré será un trocito de la intimidad creada entre cada uno de ellos y yo misma, con el rescate de Tamait, como nexo de unión.

Espero que os toque el corazón como tocó el mío.

Descubriendo el mundo de Tamait – Quinta entrega

Durante las últimas semanas había pasado horas en la sala de control, observando hipnotizada la superficie de aquel planeta errante. Era como si el terror que me paralizaba, me impidiera apartar la mirada de la pantalla.

¿Qué sería de Khilayan en ese mundo?, solo, indefenso.

¿Qué seria de todos estos mundos que habían puesto en él su confianza? Miles de mundos que vivían confiados, al margen de todo este drama, ignorando la amenaza que se cernía sobre sus cabezas…, sobre nuestras cabezas.

¿Qué sería de mí si él se perdía para siempre, si no encontraba el camino de vuelta?

¿Qué sería de nosotros?

No podía pensar más en ello. Me iba a volver loca, y por muchas vueltas que le diera no podía hacer nada, nada en absoluto, más que ser testigo muda del desastre.

Quise volver atrás, deseé con todas mis fuerzas que nada de aquello hubiese ocurrido, que Khilayan jamás hubiese confiado en nuestros hermanos, que no fuera más que una absurda pesadilla como las que me perseguían últimamente con tanta frecuencia.

Cerré los ojos con fuerza, y volví a abrirlos con la esperanza de haber despertado y poder suspirar con alivio al comprender que solo había sido un mal sueño. Pero nada de eso ocurrió, la imagen fantasmagórica de un pequeño mundo errante y perdido en el cosmos, habitado por la peor de nuestras pesadillas, continuaba allí, impasible, amenazante, implacable.

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