Homenaje al doctor Jiménez del Oso

Hola de nuevo a todos.

Hoy subo los peldaños que componen esta, mi particular escalera, con un cierto sentimiento de sobrecogimiento.

Conocí al doctor Jiménez del Oso brevemente, durante un intenso viaje al final de su peregrinaje por estos inciertos y tantas veces desconcertantes senderos.

Hace un par de meses sentí, ignoro el motivo pues breve fue nuestro encuentro, que le debía un homenaje.

Recordé aquel viaje tan especial y rememoré tantas cosas que aún quedan en mi vida merced a aquellos días en los que cambió en buena medida mi visión sobre la realidad. Aquel viaje trajo a mi vida amistades sin las que ahora no concebiría mi existencia y me permitió conocer a gente muy grande.

A mi querida amiga María Teresa, que me colmó de ternura y cuidados cuando me sentí muy enfermita. A  Elena, torbellino de alegría, hermosa mujer ejemplo de fuerza y valor. A mi más que amiga, mi hermana postiza Almudena, sin cuya presencia mi vida habría perdido muchos momentos y vivencias irrepetibles e irremplazables. A mi querido amigo Alberto Martí, cuya grandeza y generosidad admiraré siempre.

Conocí a Juan Fridman, poeta de la heterodoxia que nos contó mil y una historias que completaban, al tiempo que rivalizaban y competían con la historia oficial. Nunca olvidaré esos mágicos encuentros tras la cena, en la sala común o junto a la piscina del hotel, cuando, haciendo un corro, sentados en el suelo, en sillones o en hamacas, comentábamos y cambiábamos impresiones sobre lo que habíamos visto ese día y lo que tendríamos ocasión de contemplar al día siguiente. Era en esos encuentros donde el doctor Jiménez del Oso nos embriagaba con sus conocimientos, su sabiduría y su particular forma de contar las cosas, con aquella voz cálida y misteriosa que tenía el poder de trasladarte a otras dimensiones.

Tertulia

Además de aquel memorable día en el hotel de Sharm el Sheij (http://www.36escalones.com/recuerdo-al-doctor-jimenez-del-oso/) del que ya os hablé hace algunas semanas, el primer recuerdo que tengo del doctor, fue en una de nuestras primeras excursiones para visitar la estatua de Ramsés II en Memfis. Entonces aún no me atrevía mucho a acercarme, sentía cierto pudor, y mientras esperábamos para entrar a contemplar el coloso, nos tomábamos fotos con las distintas estatuas del exterior. También Fernando pululaba por allí tomando fotos con su inseparable cámara. Fue Rafa, mi marido, quien pensó que sería bonito tener una foto junto a él, delante de una de aquellas moles pétreas. Entonces se acercó y le preguntó si le importaría hacerse una foto a mi lado, a lo que él contestó “¿si a ella no le importa?”. Fue la primera vez, aunque no la única, que nos sorprendió con su fina y sana ironía.

Yo-DelOso

Poco a poco fui descubriendo a un personaje mucho más cercano de lo que había imaginado, cuya primera y errónea impresión de lejanía parecía fruto de una cierta timidez no del todo superada. Recuerdo también que no nos acompañó a la subida al Sinaí, seguramente porque no se encontraba con fuerzas para tan duro ascenso, aunque él, haciendo uso de su particular sentido del humor, nos lo explicó diciendo que no lo hacía porque cada vez que subía a un sitio así, comenzaban a aparecer luces y se armaba un lío. También nos confesó que lo verdaderamente milagroso de aquel monte era encontrar una zarza, y que ya si acaso se plantearía subir en la próxima vida, si es que acaso se reencarnaba en camello…

Tampoco olvidaré los consejos y la sabiduría de su esposa, la doctora Pilar Cores, ¡que buena pareja hacían!, se notaba a leguas que estaban enamorados. Recuerdo una ocasión en la que charlábamos sobre un libro de Krishnamurti mientras él se adelantaba, y como Pilar se le quedaba mirando por la espalda como una adolescente enamorada. Una gran mujer de la que guardo un hermoso recuerdo y que me  ayudó a ver de otro modo las vivencias con mis seres queridos y a permutar la impaciencia derivada  de la incomprensión, por una nueva forma de contemplar el alma humana.

No puedo olvidar la subida al Sinaí, acompañada de Vicente, uno de los componentes de la expedición. Él y Marisa formaban una pareja vital, alegre y cariñosa con la que conectamos especialmente desde el primer día. Aquella noche, mi marido no había querido dejarme sola a la hora de conseguir el camello que nos conduciría hasta la base de los últimos 1.500 metros de subida hasta la cima de la montaña sagrada. La consecuencia de aquel intento de protección fue que yo subí a un camello, pero cuando lo hice el resto comenzó a levantarse  para iniciar la marcha. Eran las tres de la madrugada y a él no le quedó más remedio que subir  caminando. Compartió subida con Alberto Martí, claro que Alberto ya tenía experiencia en varios peregrinajes al Camino de Santiago y Rafa carecía del más elemental bagaje.

Recuerdo también a Paloma, a José María, a Koldo, a Juan Antonio, a Alicia, a Mar, a Chechu (cómo olvidar su paciencia, cuando confundimos el camino de bajada hacia el Monasterio de Santa Catalina, y tuvimos que ayudar a dos miembros de la expedición con serias dificultades  para acometer aquél escarpado descenso), a M.ª Carmen, a Juan Ramón y a algunos otros que seguramente estaré olvidando y a quienes pido disculpas por ello.

Grupo-camino

Ahora lo sé, aquel viaje, que rememoraba el éxodo, en cierto modo también representó un camino de exilio y liberación para mí. Experimenté vivencias intensas y a veces de extrema dureza, como la de la subida a la Gran Pirámide. Ese día tenía 40º de fiebre y un proceso gastrointestinal agudo que me había mermado considerablemente las fuerzas y que me martirizaba con agudos y espasmódicos dolores de tripa. Aún así, no quise perderme la oportunidad de subir y, haciendo un titánico esfuerzo, conseguí entrar en la cámara del Rey, donde nuestro «guía de Éxodo» Juan Fridman, dirigió una meditación en grupo.

No sabría explicar aquí lo que sentí y experimenté en aquel recinto, tal vez fuera la alta fiebre, tal vez la debilidad o tal vez cosas que aún no puedo explicar. En cualquier caso, durante ese tiempo, al que no sabría poner medida, y tras vomitar en la bolsa de papel de una amable turista japonesa, escuché voces y sonidos de otra época. Sobre el lecho sonoro de lo que a mí me parecieron las aspas de un helicóptero que poco a poco tomaban velocidad, escuché voces con eco, voces que no estaban presentes en la sala, hablando en un idioma incomprensible pero cargado de significados en mi mente.

Jamás he contado esto, quizás porque, aunque suponen vivencias cargadas de verdad para mí, que significan un antes y un después en muchos de mis procesos mentales y vitales, era muy consciente que no podía demostrar su veracidad y que solo serviría para suscitar comentarios más o menos sarcásticos.

Sin embargo, “casualmente” y quizás no tanto, esta semana estuve escuchando un programa donde el amigo Iker Jiménez hacía una reflexión sobre una vivencia propia, experimentada hace muchos años, en un recóndito lugar, al final de lo que llamaba la cola de caballo, en el interior de la Cueva de Altamira. Hablaba de su vivencia como una experiencia iniciática. Contaba que hubo un momento en el que creyó elevarse, creyó sentir cosas, aunque en realidad no sabría decir si fue así o todo fue fruto de sus sensaciones subjetivas. Sin embargo también decía, que en realidad no importaba. ¿Qué importa si puedo o no puedo demostrar algo?, ¿qué importa si la gente cree o no cree tal o cual vivencia, si la experiencia en sí posee la suficiente carga transformadora para quien la vive?

En mí caso así fue. Esa y otras vivencias han transformado mi consciencia y mi forma de observar el mundo, así que sin duda ha constituido una realidad indiscutible en mi vida y en mi mundo. En ese momento sentí que esa indudablemente era mi verdad y no importaba mucho si lo era para alguien más. Supongo que cada cual habrá de buscar la suya.

Pero sobre todo, aquél viaje me regaló algo de lo que no fui exactamente consciente hasta pasado algún tiempo. Me regaló la oportunidad de compartir experiencias, charlas y último viaje con una gran persona, un hombre que sin duda pasará a la historia de mucha gente.

Estos días, desde que pusiera la anterior entrada a este blog, he tenido la oportunidad de reencontrarme con muchos de aquellos amigos, con otros mantengo un contacto continuado. Ellos han ido mandando sus propios recuerdos sobre ese viaje. Comentarios que no había aprobado hasta la fecha para poder hacerlo hoy de forma conjunta, a fin de que sirva de humilde homenaje al doctor.

Sirva pues esta recopilación de recuerdos como merecido homenaje a quien, sin duda, pasará a la historia como un gran maestro del misterio, cuando se cumplen once años desde que partiera a buscar otros mundos.

A continuación os adjunto los comentarios y recuerdos de otros miembros de aquella expedición con los que he tenido la oportunidad de reencontrarme para esta ocasión.

Al Doctor Fernando Jiménez del Oso, con mi más hondo sentir y agradecimiento.

Mercedes.

Almudena Pérez

El verano de 2004 había empezado fatal para mí. El peor. Pero tenía que volver a Egipto de nuevo y los hados mezclaron las piezas del puzzle adecuadas para que en ese viaje, me reencontrarse y conociese a personas que me iban a cambiar la vida.

Recuerdo que estábamos en lo más profundo del valle de Petra y, para poder salir de allí, teníamos que hacerlo o andando con un calor intensísimo, en calesa (en singular porque sólo había una) o en camello. Con el fin de acelerar la salida, Pilar, Fernando y yo optamos por esta última “vía de comunicación”. Regateé como loca con un muchacho árabe, utilizando las manos y hablando muy alto para que me entendiese mejor, y alquilamos tres camellos.
El calor era tremendo, los animales apestaban y las sillas donde íbamos sentados eran especialmente incómodas. El camino fue divertidísimo. Nos reímos hasta llorar mientras nuestro guía, que iba andando, nos miraba y sonreía también. Cuando por fin llegamos a la famosa entrada de Petra gracias a Indiana Jones, yo casi beso el suelo como solía hacer el Papa anterior. Fue una experiencia deliciosa.

Fernando nunca intentó enseñar. Nos escuchaba, nos miraba y nos dejaba ir. Era un sabio.

Es tan especial, que hasta su funeral se convirtió en el más inesperado y sorprendente homenaje.

 

Juan Fridman

Queridos amigos.
Leyendo vuestros comentarios me habéis echo volar en el tiempo pero retrocediendo algunos años atrás.
Fernando Jimenez del Oso es un hermano de otras vidas que reencontré en esta experiencia que yo aun sigo experimentando, mientras que él se bajo del autobús para cambiar de rumbo y está como a él le gusto siempre, en todas partes, según él lo quiera.
Fueron muchos viajes los que hicimos juntos.
Israel, Egipto, Jordania, India, México y seguro que dejo sin nombrar otros países y otras historias que compartimos.
Aquel viaje que hicimos juntos como bien lo recuerda Mercedes en su escrito, fue sin duda importante e inolvidable para todos los que allí estuvimos. Yo en particular tuve mucho tiempo que pude compartir con Fernando y fue sin duda de gran valor para mí. Aparte que él me conocía muy bien, esos momentos me reportaban una ayuda personal increíble, tenía las palabras justas y los consejos exactos que me hacían falta en esos momentos.

Recuerdo casi palabra por palabra cuando estuvimos sentados frente al Mar Muerto, mientras todo el grupo se bañaba en sus aguas saladas, en el mar más bajo de la tierra. Allí en el sótano del mundo, como ha sido llamado ese lugar desde hace cientos de años, salieron temas y pensamientos que me hicieron admirar más a mi hermano, amigo y compañero de tantas campañas, batallas y amores, que compartimos a lo largo de nuestras incontables vidas y nuestros constantes encuentros en cada una de ellas.
Te echo mucho de menos amigo mío.

Tengo una foto, junto a mi escritorio, en mi oficina, en la que estamos los dos abrazados delante de una pirámide, en medio de algún desierto de los que tanto te gustaban.

Alberto Martí.

¿Cómo recuerdo a Fernando?

La primera vez que le vi y le conocí me impresionó su sencillez.

Le conocía a través de la televisión. Era un seguidor de sus programas.

No era para nada altanero. Fue amable, cercano, diría que incluso entrañable.

Pronto nació una relación que fue creciendo en el tiempo hasta llegar a ser  amistad.

Pilar su esposa que gran persona.

Dicen que lo hombres somos los elegidos.

Cuando un hombre está con una mujer es un privilegiado porque el privilegio de estar con ella no se lo concede a cualquiera.

Cuando una mujer le concede a  un hombre el privilegio de estar con ella es porque para ella él es el mejor.

Y ¡Dios! PILAR lo eligió y Fernando disfrutó del privilegio de estar con una gran mujer que seguro contribuyó a su vez a su grandeza.

PILAR eligió a un GRANDE.  Así era FERNANDO ¡GRANDE!

GRANDE en conocimientos.

GRNADE en sentimientos

GRANDE en emociones.

GRANDE en humanidad

No es fácil conocer a alguien como ÉL.

Sólo se que era especial y que nunca le olvidaré.

El me brindó su amistad y yo le correspondí con la mía.

Un día me dijo: ¡Ven a Egipto! conmigo, con Pilar y un grupo.

No sabía quien más podía ir y al llegar al aeropuerto no cesaron las sorpresas. La primera Almudena y luego José María y luego Mercedes y luego Carmen y luego…

El viaje a Egipto fue muy especial para mí y para todos los que fuimos.

Sólo puedo decir que FERNANDO era un GRANDE.
Y NO SIEMPRE SE PUEDE CONOCER A UN GRANDE Y AUN MÁS DISFRUTAR DE SU AMISTAD.

 

Elena

Causalidades sin fin , es cierto Mercedes. Viajes y personas que cambian vidas que confluyen en un punto del camino para en cada pequeño universo personal sacudir ese yo interno ávido de encontrar su paraíso y a partir de ahí empezar caminos que nos llevan al hoy.
Me has hecho revivir muchos momentos en la cabeza y sentir a muchas personas que a partir de aquel viaje son personas importantes en mi vida y otras que aunque más brevemente confluyeron y dejaron huella también.
Recuerdo aquel cielo lleno de estrellas del Sinaí junto a todos vosotros . También otro día recuerdo sentarme afuera de las Pirámides con el Dr. Jiménez del Oso y escucharle contar sus investigaciones llevadas a cabo de noche en su interior donde el grupo se encontraba meditando. En aquel momento se gano mi respeto, por la forma sencilla y cercana con que compartía lo vivido y porque vi seriedad y verdad en lo que relataba. Un gran investigador valiente y lúcido sobre lo desconocido.
Hoy escribo este recuerdo y pienso en otros muchos que en aquel viaje, en mi caso sin duda, cambiaron absolutamente la dirección de mi vida. Hoy causalidad nuevamente, escribo desde Tenerife lugar que sè era uno de los que Fernando y Pilar seguían de cerca por sus investigaciones. En mi caso estoy por un trabajo que nada tiene que ver con esto, pero nunca hubiese estado aquí ni haciendo lo que hago ahora si aquel 13 de agosto en el Sinaí no hubiese mirado las estrellas con todos vosotros. Besos, compañeros de camino!!!

 

María Teresa Gas

Uno de los recuerdos que guardo sobre Fernando y su mujer Pilar Cores, en un Hotel que estábamos en El Cairo, supongo. Parte del grupo subía al Monte Sinaí y otros nos quedamos en el hotel. Después de cenar subimos a la terraza, estaban tocando música en directo, (ahora no recuerdo que tipo de música) pero me parece estar viendo a Fernando y Pilar bailando y transmitiendo un amor y cariño que emocionaba.

También recuerdo de ese viaje que Fernando no se encontraba bien…. pero todo lo que nos decía y enseñaba era sabio y profundo, como él era.

Fue un viaje maravilloso que recuerdo de una forma especial, sobre todo también porque conocí a personas increíbles, entre ellas tú que enriqueces mi vida con tus enseñanzas y cariño.

 

Marisa Monleón

Yo también tuve la suerte de conocer a Jiménez del Oso en aquél maravilloso viaje de conocimiento, así como a todas las encantadoras personas con las que “coincidí” allí. Aquellos días, aquellas conversaciones, aquellos paisajes, la risa, la camaradería…, todo ello está guardado en mi memoria, en el cerebro, que tiene conexión directa con el corazón y con el alma. A Fernando (doquiera que esté investigando, de estrella en estrella) y a todos los que lo hicisteis posible (incluido el guía de El Cairo, pese a que a veces le resultasen una excentricidad las explicaciones distintas que escuchó acerca de los misterios egipcios, así como Musa -Moisés-, el simpático conductor del bus que nos llevó a través del desierto) os doy las gracias y os mando un abrazo enorme.

 

Vicente Broseta

Madre mía!! Que recuerdos!!

Hola Mercedes,
que bien me ha venido esta conexión. Gracias por motivarme ha volver a ver las fotos y recordar este ¡MARAVILLOSO! viaje.
Para mí fue un viaje muy especial y encontrarme con el Doctor en el grupo fue una verdadera ¡flipada!.
Recuerdo muy bien la subida al Monte Sinaí, jajaja cada uno en su camello y como los nuestros salieron corriendo fuiste mi compañera todo el ascenso. Espectacular!!, ¡inolvidable!, a pesar de tu hermosa descripción del cielo, no hay palabras para describirlo. Menuda aventura fue luego bajarlo.
Recuerdo con mucho cariño la charla con el Dr. después de la cena que comentas en el hotel de Sharm el Sheij, jajaja solo quería que el Dr. contara más y más cosas.
Respecto al mi experiencia con el Dr., me gusto la costumbre que tenía de pedirse siempre una cerveza cuando llegábamos a un hotel, jajaja era lo primero que hacía. Tuve el placer de ser invitado por él unas cuantas veces. Era un hombre generoso, recuerdo un taxi en El Cairo con destino al mercado de Jan el-Jalili (ups!, no se si esta bien escrito) que le pago al taxista mucho más de lo que le pedía, alegando que en otros lugares se paga mucho más por el mismo servicio.

Mercedes, muchas gracias por hacerme revivir momentos tan especiales de mi vida. Un besazo! y un abrazo! enooormes!

Rafael Méndez.

Yo iba al viaje arrastrado por el ímpetu de mi mujer, Mercedes. No estaba muy convencido, un viaje de la revista Enigmas me hacía pensar en gente un poco rara que nada tendría en común conmigo. Una vez más me equivoqué.
Pensé que a Jiménez del Oso lo veríamos cinco minutos en algún hotel, y me volvía a equivocar. Lo que más me extrañaba era que se comportaba como un turista más. Nada de protagonismo. Es más, me sorprendió que parecía bastante tímido.
Recuerdo que Pilar, su mujer, comentó como anécdota que cuando empezaron a salir, Fernando la llevaba a cementerios a hacer psicofonías, él comentaba que cada cual liga como puede.
También recuerdo que se reía a carcajadas cuando le dije que mi hermano me había encargado que le dijera que no podía ni escuchar hablar de él, porque desde que escuchó el programa de psicofonías se acostaba acongojado todas las noches.
Le conocí poco tiempo pero, si tengo algo que decir de él, es que era muy buena persona.
Para terminar quiero comentar que en ese viaje conocí a mucha gente interesante y con un factor en común, que hizo que creyera mucho más a mi mujer de lo que lo había hecho hasta la fecha, las casualidades.
Para todos los que continuamos en la casilla de salida, nos vale de inspiración saber que hay gente como vosotros, que avanza en el camino de la vida.
Un abrazo a todos.

 

Petra-Guia-DelOso

Mezquita

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13 comentarios en «Homenaje al doctor Jiménez del Oso»

  1. Almudena Pérez

    Mercedes, gracias por permitirnos recordar y volver a sentir la mágica energía que nos juntó una vez en esta vida.
    Y gracias a Fernando por unirnos.

  2. Alicia

    No estuve allí, mi misión en esos días era otra, pero ¡he escuchado hablar tanto de ese viaje! Un abrazo a los que, gracias a esa aventura, también formáis un poco parte de mi vida.

    1. Mercedes Rodríguez Autor

      Los amigos que me leen no lo saben, pero tú y solo tú fuiste la artífice de que yo pudiera acudir a ese viaje. En 2004 mi hijo tenía 5 años y mi pequeña solo 2, mis padres estaban fuera y mi suegra enferma y no se podía hacer cargo de ellos. Tu tenías 24 años, y nunca olvidaré cuando me dijiste «hermana, vete que yo me encargo, si tu suegra se encuentra mejor que venga, pero si no aquí estoy yo».
      Te quiero hermana.

  3. María Ángeles Oliva Jiménez

    Gracias por compartir tan personales y bellos recuerdos. He disfrutado mucho leyéndolo y asimismo, los Comentarios de los demás. Importante el de Rafa y también la actitud de tu hermana.
    Me encantaba Jiménez del Oso y me ha hecho pensar que yo también debería hacer algo así con el Dr. Enrique Vila al que tanto recuerdo y refiero a mis alumnos.
    Gracias de nuevo Mercedes y un abrazo.

    1. Mercedes Rodríguez Autor

      Hola Mari Ángeles, me alegra encontrarte por aquí.
      Muchas gracias por tu comentario y también por el tiempo que dedicaste a mi hijo, la vida crea lazos mágicos.
      Un abrazo.

  4. Alberto Marti Bosch

    Cuando veo las fotos y recuerdo las vivencias de aquel verano del 2004 solo puedo decir que ese verano cambio mi vida.
    Salía de una crisis personal que Fernando y Pilar conocían.
    Justo me había bajado de la bicicleta después de hacer el camino de Santiago y Fernando me dijo.»ven con nosotros a Egipto» me pareció una locura pero no lo dude y me apunté al viaje.
    Gracias FERNANDO y PILAR
    Ese viaje me cambio la vida para bien.
    Os recuerdo a todos y recuerdo la magia del SINAÍ.

    1. Mercedes Rodríguez Autor

      Hola querido amigo.

      Sí, a eso me refería cuando hablaba del privilegio de compartir con vosotros ese viaje. A mi shock al conocer otro mundo. Un mundo donde alguien puede entrar en crisis porque se hace preguntas y porque su naturaleza y las circunstancias sociales no le permiten dar lo que le gustaría.

      Los viajes a los que yo había ido hasta entonces eran viajes de yoes, viajes donde ante un incidente desafortunado como el que sucedió en el Sinaí, un doctor hubiese dicho «lo siento, pero yo estoy de vacaciones y esta persona necesita cuidados, yo tengo derecho a disfrutar del viaje que he pagado con mí dinero». En los viajes a los que yo había ido hasta entonces, el resto de miembros del grupo hubiesen secundado esta opinión o simplemente hubiesen mirado hacia otro lado. En los viajes a los que yo había ido hasta entonces todos se hubiesen justificado con un simple «era lo mejor para él». En ninguno de esos viajes hubiera podido encontrar a alguien que acababa de bajar de la bicicleta después de hacer el camino de Santiago, que pasaba por una crisis personal, pero que no le costó nada apartar su yo, ante el llanto y las súplicas de un jubilado, al que no conocía solo cinco días antes y que quería terminar el viaje de su vida, para hacer lo que solo él podía hacer en esos momentos, decir «si este hombre necesita un médico que lo vigile y le realice las curas, aquí estoy yo». Tampoco en ningún viaje hubiese encontrado a un grupo de compañeros que hubiesen secundado esta frase ejerciendo de portadores para un compañero.

      Tu lo has dicho en tu escrito a Fernando, él era un GRANDE, y las personas GRANDES se rodean de gente igualmente GRANDE, y tú, Alberto, para mí eres un GRANDE.

      Sé que eres humilde y que no te gustan estas cosas, pero lo siento, es así y así lo diré.

      Por cierto que seguimos debiéndonos un paseo por el Barrio de Santa Cruz de Sevilla. Te prometí que me aprendería sus misterios, mitos y leyendas para ser una buena cicerone y he cumplido mi promesa, Almudena me sirvió de conejillo de indias en su última visita 😉

      Un abrazo.

  5. Maria Teresa Gas

    Una vez mas, GRACIAS Mercedes (y se queda corta esta expresión) por todo lo que has removido dentro de mi…. yo si que me siento privilegiada , primero por hacer ese viaje a Egipto con el que soñaba , precisamente porque iba Jimenez del Oso al que ya admiraba por sus conocimientos, y el conocerle y escucharle superó todas mis expectativas, y además conocer a Almudena, mi amiga del Alma, lo que nos reíamos, los sitios que conocimos, las veladas escuchando a Fernando junto a Pilar, una mujer maravillosa….. y a través de tu iniciativa, Mercedes, recordar a todas las personas que formaban el grupo, todos estupendos. Y ahora , a través de ti, voy subiendo los «36 Escalones» pero como no hay ascensor me está costando un poco. Eres estupenda. Una vez mas GRACIAS POR TANTO!
    ,,

    1. Mercedes Rodríguez Autor

      Mi querida María Teresa, gracias a ti siempre, porque es un privilegio tenerte en mi vida y sentir tu cariño.

      Un abrazo de los grandes.

  6. Marisa Monleón Irisarri

    Leyéndoos sigo rememorando aquellos días. Me emociono; qué triste y qué hermosa es a la vez la nostalgia. Besos a todos.